Augusto Monterroso, escritor guatemalteco, es el máximo representante del microrrelato en español.
Aunque nacido en Honduras, Augusto Monterroso era hijo de padre guatemalteco y optó por esta nacionalidad al llegar a su mayoría de edad.
Autodidacta, abandonó sus estudios tempranamente, para dedicarse por completo a la lectura de los clásicos, que amó con pasión.
El influjo de Miguel de Cervantes es muy evidente en su obra.
Guatemalteco de adopción y centroamericano por vocación, dedicó una buena parte de su vida a luchar contra la dictadura de su país, antes de darse a conocer internacionalmente con el cuento El dinosaurio.
Casado con la escritora mexicana Bárbara Jacobs, vivió exiliado desde 1944 en México, donde trabajó en la UNAM y, como traductor, en el Fondo de Cultura Económica.
En la Universidad de Oviedo en Asturias queda depositado todos los libros y documentos que dejó al morir en el año 2003 a falta de algunos originales, que se custodian en Princeton.
EL LEGADO DE MONTERROSO
La viuda de Augusto Monterroso ha completado con nuevas obras el extenso legado concedido a la universidad asturiana.
El legado está compuesto por más de 14.000 libros sobre lenguaje, autores clásicos, literatura universal...
Y la mayor colección de cuentos cortos de todas las lenguas y tiempos, de aforismos, o de artes plásticas, entre otros.
También se incluyen revistas, retratos, dibujos, material de audio y vídeo, así como esculturas y galardones recibidos por el escritor a lo largo de su carrera profesional, entre los que destaca la escultura de Miró correspondiente al Premio Príncipe de las Letras en recibido por Monterroso en el año 2000.
En su honor al escritor se ha creado en Oviedo la Sala Augusto Monterroso en la primera planta de la Biblioteca de Humanidades del Campus de El Milán para exhibir su legado.
Además del Fondo Monterroso en la Universidad de Oviedo, el legado del escritor se encuentra repartido por otras instituciones entre las que destaca la Biblioteca de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, en los Estados Unidos; el Museo del Estanquillo de Ciudad de México; la Agencia Literaria International Editors de Barcelona y el Archivo de Inmigrantes Notables de la Fundación Telmex de México.
UN CUENTO DE AUGUSTO MONTERROSO
Aquí puedes leer completo El eclipse, uno de los famosos cuentos de Augusto Monterroso.
EL ECLIPSE
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Giovanni Battista Belzoni nace en Padua en 1778, su familia procedía de Roma y era muy modesta. Trabajó desde muy joven en la tienda de su padre como barbero.
A los dieciséis años se traslada a Roma y empieza a interesarse por la hidráulica, pero también tiene lugar su primer acercamiento a la arqueología, tal vez bajo el encanto de las ruinas de la antigua Urbe.
Su carácter aventurero y los conflictos internos que sufría Italia estuvieron a punto de mandarlo a prisión en varias ocasiones.
Por estas circunstancias se vio obligado a buscarse la vida en el extranjero.
Primero se instaló en París, donde comenzó a vender por la calle las imágenes religiosas y otros objetos. Desde Francia viajará a Holanda.
Más tarde a los veinticuatro años se traslada a Londres junto con su hermano Francesco, allí conoce a la que será su esposa, Sarah Banne o Bane, una joven de Bristol o tal vez irlandesa. Sarah era una mujer fuerte, independiente y llena de recursos que participará activamente en la vida aventurera de su marido.
Belzoni medía cerca de dos metros de altura y en Inglaterra utiliza su fuerte complexión para hacer exhibiciones de la fuerza de sus músculos con el nombre de El Sansón de la Patagonia en las ferias y circos que recorrían el país.
Giovanni Belzoni como el Sansón Patagonio, en 1803.
Grabado en color por R. H. Norman. Biblioteca Británica, Londres.
En este momento de su vida, consiguió estudiar ingeniería y licenciarse. Estos estudios le llevarían más tarde a su primer contacto con Egipto. Belzoni permaneció durante nueve años en Inglaterra e incluso adquirió la nacionalidad inglesa.
Viajó con su mujer por España, Portugal, Sicilia y Malta, creando unos juegos de agua y el fuego, que tuvieron mucho éxito en el mundo del teatro.
En 1815, durante una estancia en la isla de Malta, llegó a saber que el virrey de Egipto, Mehmet Ali, estaba buscando nuevas soluciones en el campo de la hidráulica para resolver problemas relacionados con el riego.
Se decidió entonces, a la edad de treinta y siete años, a viajar al país africano para poner a disposición del virrey su experiencia en ese campo.
Desarrolló un invento que él pensaba que le iba a proporcionar una fortuna incalculable, una rueda hidráulica que conseguiría hacer cuatro veces el trabajo de la antigua rueda que todavía se seguía utilizando.
Por este motivo viajó a Egipto a poner en práctica una demostración de su invento. Llegó a Alejandría acompañado de su esposa Sarah y de un joven irlandés llamado James Curtain.
Falsificó una carta de presentación dirigida al Pachá Mehmet Alí, conocido por su fiereza y por ser un hombre sin escrúpulos, e instaló la rueda en el jardín de su palacio.
Mehmet Alí recibiendo al cónsul inglés en Alejandría en 1839
grabado de David Roberts
El experimento fue un rotundo fracaso y Belzoni y su esposa se encontraron sin dinero errando por Egipto.
Pero entonces Belzoni conoció al cónsul general británico en Egipto, Henry Salt, que era también un amante de la arqueología egipcia, y al aventurero Johann Burkhardt, que le impresiona vivamente.
Salt le encargó el transporte de una colosal estatua de Ramsés II desde el templo funerario de Qurneh en Tebas Occidental al Museo Británico de Londres.
Grabado del traslado de la estatua de Ramsés II por Belzoni
Belzoni aprovechando sus conocimientos de ingeniería hidráulica, en lugar de sus escasas nociones arqueológicas, fue capaz de llevar a cabo la tarea, lo que marcó el comienzo de otras empresas arqueológicas.
El traslado del busto colosal de Ramsés II fue un éxito. La pieza pesaba alrededor de siete toneladas y llevó más de dos semanas arrastrarla al río Nilo, desde el que la embarcaría para seguir viaje a Alejandría y después a Inglaterra.
Belzoni utilizó palancas para levantarla sobre rodillos de madera y sus hombres se agruparon en equipos para arrastrarla.
La pieza está todavía en exhibición en el Museo Británico y es conocida como "El joven Memnon".
En una época en la que la egiptología estaba en sus inicios y en la que la escritura jeroglífica no había sido descifrada, Belzoni comenzó a viajar por el país del Nilo descubriendo monumentos de gran valor, dedicándose a las excavaciones y prospecciones arqueológicas en zonas muy poco conocidas. Belzoni sufrió vómitos y hemorragias nasales constantes en Egipto, mientras que su esposa Sarah para gran sorpresa de su marido apenas se vio afectada por el clima salvo por un caso de quemaduras de sol.
Vista del interior del Templo de Abu Simbel en Nubia
Llegó a Abu Simbel, iniciando el redescubrimiento del Templo de Ramsés II, trabajó retirando parte de la arena que impedía la entrada en el hipogeo.
Transportó desde Filé un obelisco, que más tarde resultó de gran importancia para el desciframiento de la escritura egipcia.
Condujo las excavaciones llevadas a cabo en el templo de Mut en Karnak de donde retiró algunas estatuas de gran belleza, comenzó a explorar la necrópolis del Valle de los Reyes y descubrió las tumbas de Ramsés I y Seti I en octubre de 1817.
Biban el-Moluk, Valle de los Reyes. Entrada de la tumba llamada de Belzoni
En marzo de 1818, Belzoni entró en la pirámide de Kefrén, que se creía que era maciza, y el hecho despertó tal entusiasmo en Inglaterra, que fue acuñada una medalla conmemorativa del evento en su honor.
Pero solo encontró unos huesos de vaca, restos de comida de los saqueadores, y una inscripción arábiga del siglo XII: "El maestro Mohammed Ahmed, lapicida, lo abrió; y el maestro Othman estuvo presente en la apertura y el rey Alij Mohammed estuvo presente desde el principio y cuando se volvió a cerrar". Belzoni dejó escrito, con grandes letras: Scoperta da G. Belzoni. 2. mar. 1818.
También exploró la ciudad de Berenice en el Mar Rojo y el oasis de Fayum.
A pesar de que los métodos de la época son muy lejanos a los empleados por los arqueólogos en la actualidad, la labor de Belzoni es muy meritoria.
Destaca su precaución extrema en el establecimiento de la datación de un monumento, las descripciones rigurosas y claras, la ausencia de interpretaciones imprudentes de los objetos y de los mitos de los antiguos egipcios.
Vista del interior del templo de la isla de Filé
Dedicó considerables esfuerzos a la copia y calco en cera de la mayoría de los bajorrelieves de la tumba de Seti I, así como demostró su precisión y método en la apertura de la pirámide del rey Kefrén, logrando el acceso a través de un examen cuidadoso de la estructura interna de la pirámide de Keops. Belzoni decidió regresar con su esposa Sarah a Europa. El 6 de diciembre de 1819 la Gazzetta de Venecia informó a sus lectores de que "el célebre viajero Belzoni" estaba en la ciudad a punto de partir hacia Padua.
Parece que a mediados de diciembre Belzoni pudo ver a su familia y rendir homenaje a su ciudad natal, a la que había donado dos espléndidas estatuas de diorita de la diosa Sekhmet que había encontrado en Karnak.
Como muestra de gratitud, la administración de la ciudad acuñó una medalla con las dos estatuas de Sekhmet. Después de su regreso a Londres, John Belzoni, como lo llamaban sus amigos ingleses, no perdió el tiempo y se dedicó a escribir sus diarios de viaje, probablemente ayudado por su esposa Sarah para cubrir las deficiencias de su Inglés que Lord Byron describió como "muy bellamente roto".
El Egyptian Hall o Bullock's Museum en Londres
Instaló su colección de antigüedades egipcias en el llamado Egyptian Hall en Piccadilly. Londres había esperado con impaciencia la llegada inminente de estos tesoros. El famoso poema de Shelley de 1818, Ozymandias, fue escrito para un concurso organizado por el periódico The Examiner antes de la llegada de las maravillas de Belzoni. Si te apetece leer el poema de Shelley haz click en este enlace: Ozymandias de Percy B. Shelley La exposición se inauguró en el Egyptian Hall en 1821, pero un año más tarde, pasadas la novedad y la admiración inicial, la colección fue puesta a la subasta. La venta atrajo a dos de los más grandes coleccionistas de la época: el Museo Británico y Sir John Soane el cual adquirió el sarcófago para el Soane Museum.
Belzoni entregó el manuscrito de sus viajes a su editor, John Murray, y partió para una nueva aventura en Benin.
Giovanni Belzoni murió de disentería a los 45 años, cuando iniciaba otra aventura en Tombuctú.
En 1829, su viuda Sarah exhibió sus dibujos y maquetas y publicó en París sus dibujos de las tumbas reales de Tebas. Los grandes descubrimientos y tesoros de Belzoni se encuentran en el British Museum y se conocen actualmente como la Henry Salt Collection.
VIAJES POR EGIPTO Y NUBIA
Viajes por Egipto y Nubia es una obra esencial para conocer los primeros pasos de la Egiptología.
Algunos acusan a Belzoni de expoliar, otros lo consideran uno de los primeros en preocuparse por conservar.
No hay que olvidar que muchas de las piezas que se exponen en el Museo Británico son el legado de Giovanni Belzoni.
Los libros de Belzoni forman parte de los clásicos de la literatura de viajes, por su frescura, por su tensión, por reflejar el tremendo choque cultural que se produjo entre el italiano y las tribus que entonces poblaban Egipto.
El propio Belzoni relatará sus andanzas egipcias en el volumen titulado: Narrative of the operations and recent discoveries within the pyramids, temples, tombs, and excavations, in Egypt and Nubia; and of a journey to the coast of the red sea, in search of the Ancient Berenice; and another to the oasis of Jupiter Ammon (Londres, John Murray, 1820)
Belzoni vestido a la usanza otomana en una ilustración
para su libro Viajes por Egipto y Nubia. Milán, 1825.
BELZONI, THE LAST TOMB RAIDER
Este es un documental sobre Giovanni Battista Belzoni emitido por la BBC en el año 2003 y producido por Atlantic Productions en asociación con Discovery y la BBC.