Para los que tengan un poco de prisa, les pueden valer estas peculiares versiones de Otelo de William Shakespeare en tres minutos.
30 mayo 2012
28 mayo 2012
OTELO Y LA MÚSICA POPULAR
OTELO Y LA MÚSICA POPULAR
La Unión se disculpa, con muy poca dosis de autocrítica, en su tema Fueron los celos.
El trío Los Panchos cantan su famoso Celoso que tantas versiones tuvo.
Entre estas versiones destaca la del grupo mexicano Maná.
El tema de los celos es uno de los más frecuentes en la música popular.
Desde los boleros de Los Panchos hasta los actuales raperos, pasando por los grupos heavy y los conjuntos pop, el tema se repite de una manera obsesiva y morbosa.
Veremos algunos ejemplos entre los muchos que se podrían citar.
Tierra Santa, dedica esta canción a Otelo.
Loquillo y Los Trogloditas en La mataré tratan el tema desde un punto de vista de una violencia extrema.
Alaska y Dinarama proponen un desenlace trágico en su canción Cómo pudiste hacerme esto a mí.
La famosa canción El preso número nueve es interpretada magistralmente por la gran cantante Chavela Vargas.
El rapero Rayden le rapea a los celos en El síndrome de Otelo.
El trío Los Panchos cantan su famoso Celoso que tantas versiones tuvo.
Entre estas versiones destaca la del grupo mexicano Maná.
Y aunque el tema de los celos es muy controvertido y políticamente incorrecto, el grupo argentino Les Luthiers lo transforman en algo divertido en su Bolero de los celos.
"No sé por qué te selo si tú no eres na’ mío", se preguntan Myke Towers y J Balvin en su nueva colaboración, Celos.
De esta forma, en pleno siglo XXI, los dos artistas ponen encima de la mesa un sentimiento en produce violencia y frustración que es fruto de la inseguridad y la falta de comunicación.
Y aunque en esta selección se incluyeron solo canciones en español, no nos podemos olvidar de Jealous Guy de John Lennon.
24 mayo 2012
OTELO, EL CINE, EL MUSICAL Y LA ÓPERA
Otelo de William Shakespeare y todos los temas que rodean esta obra: los celos, las sospechas infundadas, la envidia, la violencia de género, la raza, la confianza, la traición... han sido ampliamente tratados en todas las artes.
El cine, la ópera, la literatura y el cómic, por citar algunas, se han inspirado en esta tragedia:
Veremos brevemente algunos ejemplos:
CINE
1952 Otelo (The Tragedy of Othello: The Moor of Venice), de Orson Welles. Palma de Oro en Cannes. La película se rodó en blanco y negro entre Marruecos e Italia.
Tiene un estilo que proviene del expresionismo alemán y es una obra maestra en la que el propio director interpreta el papel de Otelo.
1955 Otelo (Otello, Sergei Yutkevich). Versión rusa de la tragedia Otelo.
1961 Noche de pesadilla (All night long, Basil Dearden). Richard Attenborough traslada a Otelo al Londres de los años 60, en un ambiente de música de jazz.
1965 Otello, de Laurence Olivier. Se filmó a partir de un montaje del National Theatre, con Maggie Smith como Desdémona.
1982 Othello, el comando negro (Max H. Boulois). Un Otelo franco-español rodado en inglés, con Tony Curtis en el papel de Yago.
1985 Otelo (Othello), de Stuart Burge, con Laurence Olivier encabezando un magnífico reparto.
1995 Othello de Oliver Parker, con Kenneth Branagh en el papel de Yago. Muy buena versión en la se respeta totalmente la época, el lugar y el texto original.
2001 Laberinto Envenenado (O), de Tim Blake Nelson, ambientación actual en un instituto de Estados Unidos.
MUSICAL
2004 Huapango es un musical mejicano dirigido por Iván Lipkies.
Inspirado en Otello, la obra clásica de William Shakespeare, Iván Lipkies retoma a los personajes para situarlos en la Huasteca tamaulipeca durante el festival más importante de la región.
La historia inicia cuando la joven Julia, campeona nacional de huapango, anuncia su matrimonio con el distinguido y acaudalado ganadero Otilio, mientras Santiago, su pareja de baile, llevado por los celos y el despecho, decide vengarse de los recién casados.
LA ÓPERA
Otelo de Verdi.
Aunque hay menos posibilidades de poder ver esta ópera en directo, existen algunas películas en las que podemos ver la ópera de Verdi.
Aunque hay menos posibilidades de poder ver esta ópera en directo, existen algunas películas en las que podemos ver la ópera de Verdi.
1986 Otello de Franco Zeffirelli, con Plácido Domingo en una película que filma la ópera de Verdi basada en la obra de teatro de Shakespeare.
1973 Otello (Herbert von Karajan). Karajan dirige la Orquesta Filarmónica de Berlín y la película, una filmación de la ópera de Verdi sobre Otelo.
1973 Otello (Herbert von Karajan). Karajan dirige la Orquesta Filarmónica de Berlín y la película, una filmación de la ópera de Verdi sobre Otelo.
Si te apetece ver y escuchar la ópera Otello de Verdi, aquí puedes hacerlo:
23 mayo 2012
FERNANDO PESSOA, LIBERTAD
Pessoa grafiti de Charquipunk, Lisboa 2011
LIBERTAD
(Falta una cita de Séneca)
¡Ay qué placer
No cumplir un deber,
Tener un libro para leer
¡Y no hacerlo!
Leer es una lata,
Estudiar es nada.
El sol dora
sin literatura.
El río corre bien o mal,
Sin edición original.
Y la brisa, ésa,
de tal naturalmente matinal,
como tiene tiempo, no tiene prisa...
Libros son papeles pintados con tinta.
Estudiar es una cosa en que está indistinta
la distinción entre nada y cosa ninguna.
¡Cuánto mejor es cuando hay bruma,
esperar a D. Sebastián,
¡venga o no venga!
Grande es la poesía, la bondad y las danzas...
Pero lo mejor del mundo son los niños,
las flores, la música, el claro de la luna y el sol,
que peca
sólo cuando, en vez de crear, seca.
Por encima de todo esto
está Jesucristo,
que no sabía nada de finanzas,
ni consta que tuviese biblioteca...
Fernando Pessoa
Cancioneiro
EL REY DON SEBASTIÁN
La figura de don Sebastián, rey de Portugal quizá sea una de las más míticas de la historia de ese país.
La batalla de Alcazarquivir fue trascendental para el reino de Portugal por muchos conceptos. Originó el mito del Sebastianismo, o la idea de que el romántico rey don Sebastián, desaparecido en dicha batalla, ha de volver algún día a regir a la nación portuguesa.
El llamado Sebastianismo se entretejió alrededor de las profecías de un escritor llamado Bandarra.
Se propagó la leyenda de que el rey se encontraba todavía vivo, sólo esperando el momento preciso para volver al trono y alejar el dominio extranjero.
Es un mesianismo que proviene del desacuerdo con la situación política vigente y una esperanza de salvación milagrosa, a través de la resurrección de un muerto ilustre y que enlaza con el mito del Quinto Imperio, un tema profético recurrente en la literatura lusa según el cual Portugal ostentaría el quinto gran imperio de la historia.
En diversas épocas, surgieron personajes que se hacían pasar por don Sebastián.
Una de las más curiosas fue la protagonizada por un pastelero de Madrigal, que dio tema en el Romanticismo a la pieza dramática de José Zorrilla Traidor, inconfeso y mártir.
Fernando Pessoa, en su libro Mensagem, admite una postura sebastianista, en busca de un patriotismo perdido.
El libro fue compuesto tomando como motivo el pasado heroico de Portugal.
¿Qué es, fundamentalmente, el sebastianismo? Es un movimiento religioso, formado alrededor de una figura nacional, en el sentido de un mito.
En sentido simbólico Don Sebastián es Portugal: Portugal que perdió su grandeza con Don Sebastián , y que sólo volverá a tenerla con su regreso, regreso simbólico –como, por un misterio espantoso y divino, su propia vida fuera simbólica- pero en el que no es absurdo confiar.
Don Sebastián volverá, dice la leyenda, en una mañana de niebla, en su caballo blanco, venido de la isla lejana donde estuvo esperando la hora de la vuelta. La mañana de niebla indica, evidentemente, un renacimiento nublado por elementos de decadencia, por restos de la Noche donde vivió la nacionalidad. El caballo blanco es de más difícil interpretación. Puede ser Sagitario, signo del zodíaco, y convendría, en tal caso, percibir lo que la referencia indica, preguntando, por ejemplo, si hay referencia a España (de la que, según los astrólogos, Sagitario es signo regente), o si hay referencia a cualquier tránsito de planeta en el signo de Sagitario. El Apocalipsis, todavía, provee otra hipótesis sobre este asunto. De difícil interpretación, también, es la Isla.
Fernando Pessoa
Notas para El Sebastianismo
[sin fecha, probablemente finales de los años 20]
Fernando Pessoa encuentra a don Sebastián en un ataúd sobre un burro enjaezado a la andaluza,
pintado por Júlio Pomar, 1985
22 mayo 2012
ALBERTO CAEIRO, NO SIEMPRE SOY IGUAL EN LO QUE DIGO Y ESCRIBO
NO SIEMPRE SOY IGUAL EN LO QUE DIGO Y ESCRIBO
No siempre soy igual en lo que digo y escribo.
Cambio, pero no cambio mucho.
El color de las flores no es el mismo al sol
que cuando pasa una nube
o cuando entra la noche
y las flores son color de sombra.
Mas quien mira bien ve que son las mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo
fíjense bien en mí:
si estaba vuelto a la derecha,
me he vuelto ahora a la izquierda,
pero siempre soy yo, teniéndome en los mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos atentos
y a mi clara simplicidad de alma...
No siempre soy igual en lo que digo y escribo.
Cambio, pero no cambio mucho.
El color de las flores no es el mismo al sol
que cuando pasa una nube
o cuando entra la noche
y las flores son color de sombra.
Mas quien mira bien ve que son las mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo
fíjense bien en mí:
si estaba vuelto a la derecha,
me he vuelto ahora a la izquierda,
pero siempre soy yo, teniéndome en los mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos atentos
y a mi clara simplicidad de alma...
Alberto Caeiro
(Heterónimo de Fernando Pessoa)
21 mayo 2012
ÁLVARO DE CAMPOS, POEMA EN LÍNEA RECTA
POEMA EN LÍNEA RECTA
Nunca he conocido a quien se haya llevado una soba.
Todos mis conocidos han sido campeones de todo.
Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces puerco, tantas veces vil,
yo, tantas veces indiscutiblemente parásito,
indisculpablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he enrollado los pies públicamente en la alfombra de las ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido afrentas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he resultado cómico a las camareras del hotel,
yo, que he visto guiñar los ojos a los mozos de cuerda,
yo, que he hecho granujadas financieras, pedido prestado sin pagar
yo, que cuando llegó la hora de las bofetadas, me agaché fuera del alcance de la bofetada;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el mundo.
Todo el mundo que conozco y habla conmigo
jamás hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe- todos ellos príncipes- en la vida...
¡Ojalá oyese a alguien la voz humana
que confesase, no un pecado, sino una infamia;
que contase, no una violencia, sino una cobardía!
No, todos son el Ideal, si los escucho y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha sido vil una vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,
coño, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?
¿Entonces soy yo quien es vil y erróneo en esta tierra?
Las mujeres podrán no haberlos amado,
pueden haber sido traicionados, pero ¡ridículos, nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo hablar yo con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
Todos mis conocidos han sido campeones de todo.
Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces puerco, tantas veces vil,
yo, tantas veces indiscutiblemente parásito,
indisculpablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he enrollado los pies públicamente en la alfombra de las ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido afrentas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he resultado cómico a las camareras del hotel,
yo, que he visto guiñar los ojos a los mozos de cuerda,
yo, que he hecho granujadas financieras, pedido prestado sin pagar
yo, que cuando llegó la hora de las bofetadas, me agaché fuera del alcance de la bofetada;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el mundo.
Todo el mundo que conozco y habla conmigo
jamás hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe- todos ellos príncipes- en la vida...
¡Ojalá oyese a alguien la voz humana
que confesase, no un pecado, sino una infamia;
que contase, no una violencia, sino una cobardía!
No, todos son el Ideal, si los escucho y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha sido vil una vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,
coño, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?
¿Entonces soy yo quien es vil y erróneo en esta tierra?
Las mujeres podrán no haberlos amado,
pueden haber sido traicionados, pero ¡ridículos, nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo hablar yo con mis superiores sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.
Álvaro de Campos
(Heterónimo de Fernando Pessoa)
POEMA EM LINHA RETA
Escucha recitar en portugués un fragmento del Poema em linha reta en este maravilloso vídeo:
POEMA EM LINHA RETA
Escucha recitar en portugués un fragmento del Poema em linha reta en este maravilloso vídeo:
20 mayo 2012
ALBERTO CAEIRO, NUNCA HE GUARDADO REBAÑOS
NUNCA HE GUARDADO REBAÑOS
Nunca he guardado rebaños,
y es como si los guardase.
Mi alma es como un pastor,
conoce al viento y al sol
y va de la mano de las Estaciones
continuando y viendo.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
viene a sentarse a mi lado.
Pero yo me pongo tan triste como una puesta de sol
lo es para nuestra imaginación,
cuando refresca en el fondo de la llanura
y se siente que la noche ha entrando
como una mariposa por la ventana.
Pero mi tristeza es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que debe haber en el alma
cuando piensa que existe
y las manos cogen flores sin que ella se dé cuenta.
Con un ruido de cencerros
más allá de la curva del camino,
mis pensamientos están contentos.
Sólo me apena saber que están contentos
porque, si no lo supiese,
en vez de estar contentos y tristes,
estarían alegres y contentos.
Pensar es incómodo como andar en la lluvia
cuando el viento arrecia y parece que llueve más.
No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.
Y si a veces deseo,
por imaginación, ser corderillo
(o ser todo el rebaño
para andar esparcido por toda la cuesta
siendo muchas cosas felices a la vez),
es sólo porque siento lo que escribo a la puesta de Sol,
o cuando una nube pasa la mano por cima de la luz
y corre un silencio por la hierba.
Cuando me siento a escribir versos
o, paseando por los caminos o los atajos,
escribo versos en un papel que hay en mi pensamiento,
siento en las manos un cayado
y veo una silueta mía
En lo alto del otero,
mirando a mi rebaño y viendo mis ideas,
o mirando mis ideas y viendo mi rebaño,
y sonriendo vagamente como quien no comprende lo que se dice
y quiere fingir que lo comprende.
Saludo a todos los que me lean,
quitándome el sombrero ancho
cuando me ven a mi puerta
apenas la diligencia descuella en lo alto del otero.
Les saludo y les deseo sol,
y lluvia, cuando la lluvia es necesaria,
y que sus casas tengan
al pie de una ventana abierta
una silla predilecta
en la que se sienten a leer mis versos.
Y que al leer mis versos piensen
que soy algo natural:
por ejemplo, el árbol antiguo
a cuya sombra, cuando eran niños,
se sentaban de golpe, cansados de jugar,
y se limpiaban el sudor de la cabeza ardiente
con la manga de su guardapolvos a rayas.
Alberto Caeiro
19 mayo 2012
ÁLVARO DE CAMPOS, TODAS LAS CARTAS DE AMOR SON
Fernando Pessoa heterónimo de Álvaro de Campos
pintado por Bottelho
TODAS LAS CARTAS DE AMOR SON
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí en mis tiempos cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al final
sólo las criaturas que nunca han escrito
cartas de amor
son las que son
ridículas.
Quién volviera al tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy
mis recuerdos
de aquellas cartas de amor
son los que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículos).
Álvaro de Campos
18 mayo 2012
ÁLVARO DE CAMPOS, TABAQUERÍA
TABAQUERÍA
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.
Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)
Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.
(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)
He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.
He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.
Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.
Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.
Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.
El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves!, y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.
Álvaro de Campos
(Heterónimo de Fernando Pessoa)
15 mayo 2012
MARY B. SHELLEY, FRANKENSTEIN
Mary Wollstonecraft Godwin nació el 30 de agosto de 1797 en Londres, Inglaterra.
Era hija única del filósofo William Godwin y de la escritora feminista Mary Wollstonecraft que escribió en 1792 Reivindicación de los Derechos de la Mujer.
Su madre falleció pocos días después de su nacimiento y su padre se casó con una viuda que ya tenía dos hijos de su anterior matrimonio.
Mary Shelley, relicario por Reginald Easton
Mary creció y se educó en un ambiente intelectual y progresista que marcó fuertemente su personalidad.
Con apenas dieciséis años, inició una relación amorosa con el poeta romántico Percy Bysshe Shelley, un aristócrata por nacimiento, rebelde y ateo.
Percy Bysshe Shelley
Shelley visitaba muy a menudo a Godwin, el padre de Mary, a quien admiraba por su capacidad intelectual.
Al mismo tiempo iba estrechando su trato con Mary, con la que terminó escapándose a Francia.
Huyeron juntos, a pesar de que existía la señora Harriet, madre de la hija de dos años de Percy y embarazada otra vez.
Harriet, la primera esposa de Percy, se suicidó en 1816, año en el que contrajo matrimonio la pareja fugada.
Desde 1818, Mary residió con Percy B. Shelley en Italia hasta que su marido falleció ahogado en el año 1822.
El funeral de Shelley por Louis Edouard Fournier
Lo que Mary llamaba sus “días felices” terminaron pronto, para entonces ella tendría 25 años, tres de sus cuatro hijos estaban muertos y su marido también .
Tras estas muertes, retornó a Inglaterra junto a su hijo Percy Florence, continuando su labor literaria.
Murió a los 53 años, el 1 de febrero de 1851.
La obra literaria más importante de Mary fue creada en unas vacaciones que los Shelley estaban disfrutando en la residencia suiza de Lord Byron junto al lago Leman.
Además de Lord Byron y el matrimonio Shelley, en su casa se encontraba el secretario y médico de Byron, Polidori, y la amante de Byron y hermanastra de Mary Shelley, Claire Clairmont.
Villa Diodati, la casa de Lord Byron, en el lago Leman en Ginebra
Todo comenzó como un juego para pasar el tiempo la noche tormentosa del 14 de junio de 1816, en Villa Diodati, a orillas del lago Leman, en Ginebra.
Para matar el aburrimiento, entre la lluvia y los relámpagos Byron propuso la "escritura de un cuento de fantasmas" por parte de cada uno de los invitados en su mansión: Byron, Percy B. Shelley, Mary B. Shelley, John Polidori y Claire Clairmont
Esta apuesta habría de pasar a la historia de la literatura y del cine: ver quién era capaz de escribir la mejor historia de terror.
Sólo Mary y Polidori consiguieron finalizar sus narraciones: Mary escribió Frankenstein o El moderno Prometeo y Polidori la novela titulada El vampiro.
Unos días después de la propuesta, Mary les leyó su creación, Frankenstein o El moderno Prometeo.
Esta obra es una magistral historia que se convirtió en un clásico de la novela gótica.
Dos años después, Frankenstein o El moderno Prometeo fue publicado anónimamente.
LA AUTORÍA
Los lectores inmediatamente se preguntaron acerca de la identidad del autor de aquella obra anónima.
Algunos creyeron que se trataba del poeta Percy B. Shelley, quien había escrito el prefacio de la novela.
Algunos creyeron que se trataba del poeta Percy B. Shelley, quien había escrito el prefacio de la novela.
Percy Bysshe Shelley
Aquellos que sabían que la autora era la entonces esposa de Percy, Mary Shelley, estaban sorprendidos.
Más adelante, Mary declararía que constantemente le preguntaban cómo ella, “entonces una mujer joven, pudo imaginar y extenderse en una idea tan horrible”.
La autora explica su idea original como producto de una pesadilla.
La crítica fue dura, y hasta llegó a decirr que Frankenstein no había sido escrito por Mary Shelley, sino por su esposo.
La polémica finalizó cuando se supo, a través de la gran cantidad de cartas y diarios íntimos de Mary y Percy, que el borrador de la novela fue corregido por Percy Shelley, pero sólo eso.
Esta novela gótica se considera como un antepasado de la ciencia ficción y uno de los monumentos de la literatura romántica.
Uno de los temas de Frankenstein es la soledad.
Después de enclaustrarse para dar vida a la carne muerta, el científico, Víctor Frankenstein, condena a su criatura a la soledad. En venganza, el monstruo, a su vez, le hace lo mismo al científico.
La soledad los convierte a ambos en monstruos.
La soledad los convierte a ambos en monstruos.
Frankenstein se ha considerado como una parábola de los peligros que entraña la ciencia, sobre todo porque la película y las adaptaciones en el escenario tienden a retratar al científico como un loco perverso y al monstruo ser malvado y sin razón.
La novela es mucho más compleja. Los románticos no rechazan la ciencia, para ellos es un camino más de búsqueda de la verdad.
No es ninguna casualidad que Víctor Frankenstein comparta ciertos rasgos con Percy Shelley. Frankenstein es una especie de artista, así como un compendio de los científicos conocidos de la época.
Frankenstein muestra al ser humano en lucha, dividido entre la razón y la emoción, la naturaleza y la civilización.
Además de Frankenstein, Mary Shelley también es autora de otros títulos menos conocidos, como la novela futurista El último hombre (1826), la novela histórica Valperga (1823) o Mathilda, un relato incestuoso escrito en 1819 que no vio la luz hasta el año 1959.
FRANKENSTEIN EN EL CINE
La visión actual que tiene la cultura popular sobre el monstruo de Frankenstein está mediatizada por la influencia del cine.
El monstruo es un icono popular que aparece en numerosas versiones cinematográficas de variado espectro que no siempre coinciden con la idea original de la novela de Mary Shelley.
Todos recordamos la interpretación clásica del personaje realizada por Boris Karloff.
El cómic y la novela gráfica han bebido de ambas fuentes y lo han reinventado con diversos estilos.
Si te apetece ver esta maravillosa película de los Estudios Universal, aquí puedes hacerlo:
Suscribirse a:
Entradas (Atom)