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28 febrero 2025

JORGE RIVERA-HERRANS: EPIC

 

JORGE RIVERA-HERRANS
Jorge Miguel Rivera-Herrans, apodado "Jay", es un dramaturgo, compositor, letrista y actor.
Nacido en 1999 en Dorado, Puerto Rico, se considera a sí mismo como un artista dedicado "a perfeccionar el arte de contar historias"
Su enfoque no tradicional para la composición de canciones, que incluye inspirarse en medios aparentemente disonantes, le permite crear obras de arte para cualquier público desde el pop hasta el musical.
Jorge tiene un notable número de seguidores en línea y comunidades de 410.000 personas en TikTok, 15.000 en Discord, 860.000 en Youtube y más en otras plataformas.
Su mayor inspiración proviene de los videojuegos y la animación. 
En sus historias, pretende emular la adictiva sensación de progresión que a menudo se ve en los videojuegos. 
Su objetivo es escribir historias con temas y personajes más grandes que la vida por eso se interesó por el mundo  de héroes y dioses que describe Homero en La Odisea.
En la actualidad, Rivera-Herrans y su equipo están en conversaciones para hacer una película animada y para crear un espectáculo teatral con actores reales. 
Están previstos tres videojuegos y dos ya están en camino.

EPIC
El musical EPIC es una reinvención de uno de los viajes de los héroes más antiguos de todos los tiempos en el que se mezcla pop, rock y música orquestal para dar vida a los héroes y los dioses de la mitología griega.
EPIC es una adaptación musical libre de La Odisea de Homero que cuenta el peligroso regreso de Ulises/Odiseo, tras la guerra de Troya, a su esposa Penélope y a su hogar en la isla de Ítaca.
En sus 40 canciones, la música y las letras son de Jorge Rivera-Herrans.
El musical, completamente cantado, consta de 2 actos divididos en 9 sagas.
Acto 1
La Saga de Troya
La Saga del Cíclope
La Saga del Océano
La Saga de Circe
La Saga del Inframundo

Acto 2
La Saga del Trueno
La Saga de la Sabiduría
La Saga de la Venganza
La Saga de Ítaca
La narración está inspirada en los videojuegos y la animación anime y ambientada en la antigua Grecia y el Mediterráneo.
A medida que los eventos, personajes y lugares se vuelven más mágicos y divinos, se incorporan más elementos electrónicos a la música.
Siguiendo la idea de Sergei Prokofiev en Pedro y el lobo, cada personaje de EPIC está interpretado simbólicamente por unos instrumentos que lo representan y lo definen.
Así por ejemplo, Ulises  está representado por la guitarra, Penélope por una viola, Atenea el piano...
La mayoría del elenco musical para interpretar a los personajes fue elegido por audiciones y votaciones en TikTok.
La obra surgió en 2019 como la tesis universitaria de Jorge Rivera-Herrans en la Universidad de Notre Dame en Indiana, EE.UU.
La creación del musical que llevó cinco años, fue documentada a través del TikTok de Jorge.
La mayoría de las audiciones del elenco también se realizaron en TikTok y estuvieron totalmente abiertas.
Esto no solo unió efectivamente a la comunidad durante la pandemia de COVID-19, sino que también permitió que los fans se unieran al elenco en lugar de solo actores conocidos.
Los clips de las canciones y los videos del proceso se volvieron virales en las redes sociales, obteniendo el proceso más de 60 millones de visitas en TikTok.
La fase de preestreno de esta adaptación libre de La Odisea, llegó a su fin en diciembre de 2024, con el estreno de su novena y última saga, La Saga de Ítaca.
EPIC es verdaderamente la demostración de cómo la obra de Homero sigue vigente en nuestros tiempos y es capaz de inspirar a los artistas actuales a reinterpretarla de una manera nueva.
Penélope y los pretendientes. John William Waterhouse. 1912

¿TE ENAMORARÍAS DE MÍ OTRA VEZ?
Aquí puedes escuchar del musical EPIC de Jorge Rivera-Herrans la canción Would You Fall in Love with Me Again  que narra el reencuentro entre Ulises y Penélope.


FUENTES UTILIZADAS
Para la realización de esta entrada se han utilizado, entre otras, las siguientes fuentes:
https://www.epicthemusical.com/ 28/02/2025
Anhalt, Antaine. Review: ‘EPIC: The Musical’ receives legendary ending with release of ‘The Ithaca Saga’.The Huntington News. January 8, 2025. 28/02/2025.
Waterhouse, JohnWilliam. Penelope and theSuitors. Óleo sobre tela. (1912) Aberdeen Art Gallery & Museums. 28/02/2025
Las imágenes o vídeos que la acompañan se utilizan solo con fines educativos y el © de los textos, el © de las fotografías y el © de los vídeos pertenecen a sus autores.


18 febrero 2025

10 CANCIONES POP SOBRE LITERATURA


EMILY BRONTË / KATE BUSH: CUMBRES BORRASCOSAS



Wuthering Heights es una canción de la artista británica Kate Bush, publicada como su disco sencillo de debut en 1978.
Inspirada en la novela Cumbres Borrascosas de 1847 de Emily Brontë, fue número uno de las listas de popularidad del Reino Unido. 

Kate Bush canta Wuthering Heights desde la perspectiva de Catherine Earnshaw, personaje de Cumbres Borrascosas, suplicando a Heathcliff que le permitiera entrar.




ALBERT CAMUS / QUEEN: EL EXTRANJERO


Bohemian Rhapsody de Queen está escrita por Freddy Mercury en 1975 para el album A Night at the Opera
Hay interpretaciones muy diversas y complejas del significado de su letra. 
No hay una lectura completa del significado de la canción aparte de la idea general de que la canción hace referencia las circunstancias personales de Mercury.
Sin embargo una de las teorías afirma que se basa en la novela El extranjero de Albert Camus por sus referencias a un asesino que espera la ejecución por su crimen.






GEORGE ORWELL / PINK FLOYD: REBELIÓN EN LA GRANJA


El álbum Animals de Pink Floyd, publicado en 1977, es una crítica del capitalismo.
Animals está basado en términos generales, en la novela Rebelión en la granja de George Orwell, en la que varias castas de la sociedad están representadas por a  diferentes animales. 
Los perros son los representantes de la ley, los cerdos los poderosos e implacables mandatarios y las ovejas como peones descerebrados.





GEORGE ORWELL / MUSE: 1984

The Resistance es un álbum publicado por el grupo británico Muse en 2009.
Matt Bellamy, su líder,  citó la novela distópica 1984 de George Orwell como influencia en las letras y los temas del álbum.





ARTHUR C. CLARKE / MIKE OLDFIELD: CANTOS DE LA LEJANA TIERRA



The Songs of Distant Earth es un álbum del género música electrónica new-age del compositor inglés Mike Oldfield publicado en 1994. 
El título del álbum hace referencia a una novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke, titulada en España como Cánticos de la lejana Tierra que relata cómo la humanidad debe abandonar el planeta a la búsqueda de nuevos lugares donde asentarse.
Ya desde el título en esta novela, hay numerosas alusiones a la música.




EDGARD ALLAN POE / ALAN PARSONS PROJECT: CUENTOS DE MISTERIO E IMAGINACIÓN 


Tales of Mystery and Imagination es el álbum debut del grupo musical británico The Alan Parsons Project, liderado por Alan Parsons y Eric Woolfson, publicado en 1976. 
En este álbum de rock sinfónico progresivo hay siete temas  inspirados en cinco cuentos y en dos poemas de Poe.
Aquí puedes escuchar la titulada El cuervo:





JOHN STEINBECK / BRUCE SPRINGSTEEN: LAS UVAS DE LA IRA


The Ghost of Tom Joad es una canción de Bruce Springsteen que da nombre  a su undécimo álbum.
La canción está inspirada en el personaje Tom Joad de las novela Las uvas de la ira de John Steinbeck.
Inicialmente compuesta por Springsteen como una balada tradicional folk, pero también tiene versiones como la de rap metal de la banda Rage Against the Machine.





L. FRANK BAUM / ELTON JOHN: EL MARAVILLOSO MAGO DE OZ


Goodbye Yellow Brick Road es el séptimo álbum de estudio del cantautor británico Elton John publicado en 1973.
Es un álbum doble dentro del estilo del pop rock con alusiones a la obra El maravilloso mago de Oz de L. Frank Baum.
Está considerado como el mejor álbum de Elton John, además de ser su álbum de estudio más vendido.



HOMERO / CREAM: LA ODISEA



Tales of Brave Ulysses es una canción de 1967 del grupo británico Cream que pertenece al rock psicodélico y su fusión con el blues rock.
Tales of Brave Ulysses encuentra en el álbum Disraeli Gears y se basa en el personaje de Ulises el héroe griego que es el protagonista de La Odisea de Homero
Eric Clapton recuerda  en su biografía que la canción que habla de su interés por los mitos griegos, fue  tomada de un poema sobre las islas griegas.




ALDOUS HUXLEY / THE STROKES: UN MUNDO FELIZ


Is This It es el álbum debut de la banda estadounidense The Strokes dentro del llamado indie rock en 2001.
Con un sonido que recuerda al garage rock de los años 70 la canción Soma hace referencia a la droga ficticia de la novela distópica Un mundo feliz de Aldous Huxley.
La canción reflexiona sobre las expectativas y la presión social y cómo encontrar la libertad y la autenticidad.





FUENTES UTILIZADAS
Para la realización de esta entrada se han utilizado, entre otras, las siguientes fuentes: 
Wisco, William. Listen Like Thieves: Using Pop Music to help teach Literary Analysis and Build Positive Relationships with Students By Dr. William Visco The University of Akron. 2021. pdf. University of Nevada, Las Vegas.19/02/20025
https://www.rocknblogsuicide.com/2013/12/rock-literatura.html. de Dorian, David. Rock y literatura. Canciones pop y su inspiración en los libros. 1 19/02/20025
https://www.rocknblogsuicide.com/2013/12/rock-literatura.html. de Dorian, David. Rock y literatura. Canciones pop y su inspiración en los libros. 2 19/02/20025
Las imágenes o vídeos que la acompañan se utilizan solo con fines educativos y  el © de los textos, el © de las fotografías y el © de los vídeos pertenecen a sus autores.

03 noviembre 2019

HOMERO, LA ODISEA (CANTO IX) POLIFEMO




Homero por Jean-Baptiste Auguste Leloir, 1841


HOMERO
Poeta griego del siglo VIII a.C. al que se atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia.

La Odisea narra las aventuras de Odiseo o Ulises, rey de Ítaca, en el viaje de regreso desde Troya hasta su patria y su venganza de los pretendientes de su esposa, Penélope.

Odiseo tardó veinte años en regresar a Ítaca: diez de la guerra de Troya y otros diez años más en las aventuras de su regreso a su isla.
En el Canto IX de la Odisea se relata el encuentro de Ulises y sus compañeros con el Cíclope Polifemo.

LA ODISEA (CANTO IX)
EPISODIO DEL CÍCLOPE POLIFEMO

Paisaje con Polifemo por Nicolas Poussin, 1649



Delante del puerto, no muy cercana ni a gran distancia tampoco de la región de los cíclopes, hay una isleta poblada de bosque, con una infinidad de cabras monteses, pues no las ahuyenta el paso de hombre alguno ni van allá los cazadores, que se fatigan recorriendo las selvas en las cumbres de las montañas. No se ven en ella ni rebaños ni labradíos, sino que el terreno está siempre sin sembrar y sin arar, carece de hombres, y cría bastantes cabras. Pues los cíclopes no tienen naves de rojas proas, ni poseen artífices que se las construyan de muchos bancos -como las que transportan mercancías a distintas poblaciones en los frecuentes viajes que los hombres efectúan por mar, yendo los unos en busca de los otros-, los cuales hubieran podido hacer que fuese muy poblada aquella isla, que no es mala y daría a su tiempo frutos de toda especie, porque tiene junto al espumoso mar prados húmedos y tiernos y allí la vid jamás se perdiera. La parte inferior es llana y labradera; y podrían segarse en la estación oportuna mieses altísimas por ser el suelo muy pingüe. Posee la isla un cómodo puerto, donde no se requieren amarras, ni es preciso echar áncoras, ni atar cuerdas; pues, en aportando allí, se está a salvo cuanto se quiere, hasta que el ánimo de los marineros les incita a partir y el viento sopla.



En lo alto del puerto mana una fuente de agua límpida, debajo de una cueva a cuyo alrededor han crecido álamos. Allá pues, nos llevaron las naves, y algún dios debió de guiarnos en aquella noche obscura en la que nada distinguíamos, pues la niebla era cerrada alrededor de los bajeles y la luna no brillaba en el cielo, que cubrían los nubarrones. Nadie vio con sus ojos la isla ni las ingentes olas que se quebraban en la tierra, hasta que las naves de muchos bancos hubieron abordado. Entonces amainamos todas las velas, saltamos a la orilla del mar y, entregándonos al sueño, aguardamos que amaneciera la divina Aurora.



No bien se descubrió la hija de la mañana, Aurora de rosáceos dedos, anduvimos por la isla muy admirados. En esto las ninfas, prole de Zeus que lleva la égida, levantaron montaraces cabras para que comieran mis compañeros. Al instante tomamos de los bajeles los corvos arcos y los venablos de larga punta, nos distribuimos en tres grupos, tiramos, y muy presto una deidad nos facilitó abundante caza. Doce eran las naves que me seguían y a cada una le correspondieron nueve cabras, apartándose diez para mí solo. Y ya todo el día hasta la puesta del sol, estuvimos sentados, comiendo carne en abundancia y bebiendo dulce vino; que el rojo licor aun no faltaba en las naves, pues habíamos hecho gran provisión de ánforas al tomar la sagrada ciudad de los cícones. Estando allí echábamos la vista a la tierra de los cíclopes, que se hallaban cerca, y divisábamos el humo y oíamos las voces que ellos daban, y los balidos de las ovejas y de las cabras. Cuando el sol se puso y sobrevino la obscuridad, nos acostamos en la orilla del mar.


Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, Aurora de rosáceos dedos, los llamé a junta y les dije estas razones:

—Quedaos aquí, mis fieles amigos, y yo con mi nave y mis compañeros iré allá y procuraré averiguar qué hombres son aquéllos; si son violentos, salvajes e injustos, u hospitalarios y temerosos de las deidades.

Cuando así hube hablado subí a la nave y ordené a los compañeros que me siguieran y desataran las amarras. Ellos se embarcaron al instante y, sentándose por orden en los bancos, comenzaron a batir con los remos el espumoso mar. Y tan luego como llegamos a dicha tierra, que estaba próxima, vimos en uno de los extremos y casi tocando al mar una excelsa gruta a la cual daban sombra algunos laureles, en ella reposaban muchos hatos de ovejas y de cabras, y en contorno había una alta cerca labrada con piedras profundamente hundidas, grandes pinos y encinas de elevada copa. Allí moraba un varón gigantesco, solitario, que entendía en apacentar rebaños lejos de los demás hombres, sin tratarse con nadie; y, apartado de todos, ocupaba su ánimo en cosas inicuas. Era un monstruo horrible y no se asemejaba a los hombres que viven de pan, sino a una selvosa cima que entre altos montes se presentase aislada de las demás cumbres.

Entonces ordené a mis fieles compañeros que se quedasen a guardar la nave; escogí los doce mejores y juntos echamos a andar, con un pellejo de cabra lleno de negro y dulce vino que me había dado Marón, vástago de Evantes y sacerdote de Apolo, el dios tutelar de Ismaro; porque, respetándole, lo salvamos con su mujer e hijos que vivían en un espeso bosque consagrado a Febo Apolo. Me hizo Marón ricos dones, pues me regaló siete talentos de oro bien labrado, una cratera de plata y doce ánforas de un vino dulce y puro, bebida de dioses, que no conocían sus siervos ni sus esclavas, sino tan sólo él, su esposa y una despensera. Cuando bebían este rojo licor, dulce como la miel, echaban una copa del mismo y veinte de agua; y de la crátera salía un olor tan suave y divinal, que no sin pena se hubiese renunciado a saborearlo. De este vino llevaba un gran odre completamente lleno y además viandas en un zurrón; pues ya desde el primer instante se figuró mi ánimo generoso que se nos presentaría un hombre dotado de extraordinaria fuerza, salvaje, e ignorante de la justicia y de las leyes.

Pronto llegamos a la gruta; mas no dimos con él, porque estaba apacentando las pingües ovejas. Entramos y nos pusimos a contemplar con admiración y una por una todas las cosas; había zarzos cargados de quesos; los establos rebosaban de corderos y cabritos, hallándose encerrado, separadamente los mayores, los medianos y los recentales; y goteaba el suero de todas las vasijas, tarros y barreños, de que se servía para ordeñar. Los compañeros empezaron a suplicarme que nos apoderásemos de algunos quesos y nos fuéramos, y que luego, sacando prestamente de los establos los cabritos y los corderos, y conduciéndolos a la velera nave, surcáramos de nuevo el salobre mar. Mas yo no me dejé persuadir -mucho mejor hubiera sido seguir su consejo- con el propósito de ver a aquel y probar si me ofrecería los dones de la hospitalidad. Pero su venida no había de serles grata a mis compañeros.

Encendimos fuego, ofrecimos un sacrificio a los dioses, tomamos algunos quesos, comimos, y le aguardamos, sentados en la gruta, hasta que volvió con el ganado. Traía una gran carga de leña seca para preparar su comida y la descargó dentro de la cueva con tal estruendo que nosotros, llenos de temor, nos refugiamos apresuradamente en lo más hondo de la misma. Luego metió en el espacioso antro todas las pingües ovejas que tenía que ordeñar, dejando a la puerta, dentro del recinto de altas paredes, los carneros y los bucos. Después cerró la puerta con un pedrejón grande y pesado que llevó a pulso y que no hubiesen podido mover del suelo veintidós sólidos carros de cuatro ruedas. ¡Tan inmenso era el peñasco que colocó a la entrada! Sentóse enseguida, ordeñó las ovejas y las baladoras cabras, todo como debe hacerse, y a cada una le puso su hijito. A la hora, haciendo cuajar la mitad de la blanca leche, la amontonó en canastillos de mimbre, y vertió la restante en unos vasos para bebérsela y así le serviría de cena.

Acabadas con prontitud tales faenas, encendió fuego, y al vernos, nos hizo estas preguntas:

—¡Oh forasteros! ¿Quiénes sois? ¿De dónde llegasteis navegando por húmedos caminos? ¿Venís por algún negocio o andáis por el mar, a la ventura, como los piratas que divagan, exponiendo su vida y produciendo daño a los hombres de extrañas tierras?

Así dijo. Nos quebraba el corazón el temor que nos produjo su voz grave y su aspecto monstruoso. Mas, con todo eso, le respondí de esta manera:

—Somos aqueos a quienes extraviaron, al salir de Troya, vientos de toda clase, que nos llevan por el gran abismo del mar; deseosos de volver a nuestra patria llegamos aquí por otra ruta, por otros caminos, porque de tal suerte debió de ordenarlo Zeus. Nos preciamos de ser guerreros de Agamemnón Atrida, cuya gloria es inmensa debajo del cielo -¡tan grande ciudad ha destruido y a tantos hombres ha hecho perecer!-, y venimos a abrazar tus rodillas por si quisieras presentarnos los dones de la hospitalidad o hacernos algún otro regalo, como es costumbre entre los huéspedes. Respeta, pues, a los dioses, varón excelente; que nosotros somos ahora tus suplicantes. Y a suplicante y forasteros los venga Zeus hospitalario, el cual acompaña a los venerandos huéspedes.

Así le hablé; y me respondió en seguida con ánimo cruel:

—¡Oh forastero! Eres un simple o vienes de lejanas tierras cuando me exhortas a temer a los dioses y a guardarme de su cólera: que los ciclopes no se cuidan de Zeus, que lleva la égida, ni de los bienaventurados númenes, porque aun les ganan en ser poderosos; y yo no te perdonaría ni a ti ni a tus compañeros por temor a la enemistad de Zeus, si mi ánimo no me lo ordenase. Pero dime en qué sitio, al venir, dejaste la bien construida embarcación: si fue, por ventura, en lo más apartado de la playa o en un paraje cercano, a fin de que yo lo sepa.

Así dijo para tentarme. Pero su intención no me pasó inadvertida a mí que sé tanto, y de nuevo le hablé con engañosas palabras:

—Poseidón, que sacude la tierra, rompió mi nave llevándola a un promontorio y estrellándola contra las rocas en los confines de vuestra tierra, el viento que soplaba del ponto se la llevó y pudiera librarme, junto con éstos, de una muerte terrible.

Así le dije. El Cíclope, con ánimo cruel, no me dio respuesta; pero, levantándose de súbito, echó mano a los compañeros, agarró a dos y, cual si fuesen cachorrillos los arrojó a tierra con tamaña violencia que el encéfalo fluyó del suelo y mojó el piso. De contado despedazó los miembros, se aparejó una cena y se puso a comer como montaraz león, no dejando ni los intestinos, ni la carne, ni los medulosos huesos. Nosotros contemplábamos aquel horrible espectáculo con lágrimas en los ojos, alzando nuestras manos a Zeus; pues la desesperación se había señoreado de nuestro ánimo. El cíclope, tan luego como hubo llenado su enorme vientre, devorando carne humana y bebiendo encima leche sola, se acostó en la gruta tendiéndose en medio de las ovejas.

Entonces formé en mi magnánimo corazón el propósito de acercarme a él y, sacando la aguda espada que colgaba de mi muslo, herirle el pecho donde las entrañas rodean el hígado, palpándolo previamente; mas otra consideración me contuvo. Habríamos, en efecto, perecido allí de espantosa muerte, a causa de no poder apartar con nuestras manos la enorme roca que el Cíclope colocó en la alta entrada. Y así, dando suspiros, aguardamos que apareciera la divina Aurora.

Cuando se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosáceos dedos, el Cíclope encendió fuego y ordeñó las gordas ovejas, todo como debe hacerse, y a cada una le puso su cría. Acabadas con prontitud tales faenas, echó mano a otros dos de los míos, y con ellos se preparó el almuerzo.

En acabando de comer sacó de la cueva los pingües ganados, removiendo con facilidad la enorme piedra de la puerta; pero al instante lo volvió a colocar, del mismo modo que si a un carcaj le pusiera su tapa.

Mientras el Cíclope aguijaba con gran estrépito sus pingües rebaños hacia el monte, yo me quedé meditando siniestras trazas, por si de algún modo pudiese vengarme y Atenea me otorgara la victoria.

Al fin me pareció que la mejor resolución sería la siguiente. Echada en el suelo del establo se veía una gran clava de olivo verde, que el Cíclope había cortado para llevarla cuando se secase. Nosotros, al contemplarla, la comparábamos con el mástil de un negro y ancho bajel de transporte que tiene veinte remos y atraviesa el dilatado abismo del mar: tan larga y tan gruesa se nos presentó a la vista. Me acerqué a ella y corté una estaca como de una braza, que di a los compañeros, mandándoles que la puliesen. No bien la dejaron lisa, agucé uno de sus cabos, la endurecí, pasándola por el ardiente fuego, y la oculté cuidadosamente debajo del abundante estiércol esparcido por la gruta. Ordené entonces que se eligieran por suerte los que, uniéndose conmigo deberían atreverse a levantar la estaca y clavarla en el ojo del Cíclope cuando el dulce sueño le rindiese. Les tocó la suerte a los cuatro que yo mismo hubiera escogido en tal ocasión, y me junté con ellos formando el quinto.

Por la tarde volvió el Cíclope con el rebaño de hermoso vellón, que venía de pacer, e hizo entrar en la espaciosa gruta a todas las pingues reses, sin dejar a ninguna dentro del recinto; ya porque sospechase algo, ya porque algún dios se lo ordenara. Cerró la puerta con el pedrejón que llevó a pulso, se sentó, ordeñó las ovejas y las baladoras cabras, todo como debe hacerse, y a cada una le puso su hijito.

Acabadas con prontitud tales cosas, agarró a otros dos de mis amigos y con ellos se aparejó la cena. Entonces me llegué al Cíclope, y teniendo en la mano una copa de negro vino, le hablé de esta manera:

—Toma, Cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, a fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque. Te lo traía para ofrecer una libación en el caso de que te apiadases de mí y me enviaras a mi casa, pero tú te enfureces de intolerable modo. ¡Cruel! ¿Cómo vendrá en lo sucesivo ninguno de los muchos hombres que existen, si no te portas como debieras?
Ulises en la cueva del Cíclope Polifemo por Carl Christian Constantin Hansen, 1835

Así le dije. Tomó el vino y se lo bebió. Y le gustó tanto el dulce licor que me pidió más:

—Dame de buen grado más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario con el cual huelgues. Pues también a los Cíclopes la fértil tierra les produce vino en gruesos racimos, que crecen con la lluvia enviada por Zeus; mas esto se compone de ambrosía y néctar.

Así habló, y volví a servirle el negro vino: tres veces se lo presenté y tres veces bebió incautamente. Y cuando los vapores del vino envolvieron la mente del Cíclope, le dije con suaves palabras:

—¡Cíclope! Preguntas cual es mi nombre ilustre y voy a decírtelo pero dame el presente de hospitalidad que me has prometido. Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos.

Así le hablé; y enseguida me respondió con ánimo cruel:

—A Nadie me lo comeré al último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezca.

Dijo, se tiró hacia atrás y cayó de espaldas. Así echado, dobló la gruesa cerviz y le venció el sueño, que todo lo rinde: le salía de la garganta el vino con pedazos de carne humana, y eructaba por estar cargado de vino.

Entonces metí la estaca debajo del abundante rescoldo, para calentarla, y animé con mis palabras a todos los compañeros: no fuera que alguno, poseído de miedo, se retirase. Mas cuando la estaca de olivo, con ser verde, estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, fui y la saqué del fuego; me rodearon mis compañeros, y una deidad nos infundió gran audacia. Ellos, tomando la estaca de olivo, la clavaron por la aguzada punta en el ojo del Cíclope; y yo, alzándome, la hacía girar por arriba. De la suerte que cuando un hombre taladra con el barreno el mástil de un navío, otros lo mueven por debajo con una correa, que asen por ambas extremidades, y aquél da vueltas continuamente: así nosotros, asiendo la estaca de ígnea punta, la hacíamos girar en el ojo del Cíclope y la sangre brotaba alrededor del ardiente palo. Le quemó el ardoroso vapor párpados y cejas, en cuanto la pupila estaba ardiendo y sus raíces crepitaban por la acción del fuego. Así como el broncista, para dar el temple que es la fuerza del hierro, sumerge en agua fría una gran segur o un hacha que rechina grandemente, de igual manera rechinaba el ojo del Cíclope en torno de la estaca de olivo. Dio el Cíclope un fuerte y horrendo gemido, retumbó la roca, y nosotros, amedrentados, huimos prestamente; mas él se arrancó la estaca, toda manchada de sangre, la arrojó furioso lejos de sí y se puso a llamar con altos gritos a los Cíclopes que habitaban a su alrededor, dentro de cuevas, en los ventosos promontorios. En oyendo sus voces, acudieron muchos, quién por un lado y quién por otro, y parándose junto a la cueva, le preguntaron qué le angustiaba:

—¿Por qué tan enojado, oh Polifemo, gritas de semejante modo en la divina noche, despertándonos a todos? ¿Acaso algún hombre se lleva tus ovejas mal de tu grado? ¿O, por ventura, te matan con engaño o con fuerza?

Les respondió desde la cueva el robusto Polifemo:

—¡Oh, amigos! "Nadie" me mata con engaño, no con fuerza.

Y ellos le contestaron con estas aladas palabras:

—Pues si nadie te hace fuerza, ya que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que envía el gran Zeus, pero, ruega a tu padre, el soberano Poseidón.

Apenas acabaron de hablar, se fueron todos; y yo me reí en mi corazón de cómo mi nombre y mi excelente artificio les había engañado. El Cíclope, gimiendo por los grandes dolores que padecía, anduvo a tientas, quitó el peñasco de la puerta y se sentó a la entrada, tendiendo los brazos por si lograba echar mano a alguien que saliera con las ovejas; ¡tan mentecato esperaba que yo fuese!

Mas yo meditaba cómo pudiera aquel lance acabar mejor y si hallaría algún arbitrio para librar de la muerte a mis compañeros y a mí mismo. Revolví toda clase de engaños y de artificios, como que se trataba de la vida y un gran mal era inminente, y al fin me pareció la mejor resolución la que voy a decir. Había unos carneros bien alimentados, hermosos, grandes, de espesa y oscura lana; y, sin desplegar los labios, los até de tres en tres, entrelazando mimbres de aquellos sobre los cuales dormía el monstruoso e injusto Cíclope: y así el del centro llevaba a un hombre y los otros dos iban a entre ambos lados para que salvaran a mis compañeros.

Tres carneros llevaban por tanto, a cada varón; mas yo viendo que había otro carnero que sobresalía entre todas las reses, lo así por la espalda, me deslicé al vedijudo vientre y me quedé agarrado con ambas manos a la abundantísima lana, manteniéndome en esta postura con ánimo paciente. Así, profiriendo suspiros, aguardamos la aparición de la divina Aurora.

Cuando se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosáceos dedos, los machos salieron presurosos a pacer, y las hembras, como no se las había ordeñado, balaban en el corral con las ubres llenas. Su amo, afligido por los dolores, palpaba el lomo a todas las reses que estaban de pie, y el simple no advirtió que mis compañeros iban atados a los pechos de los vedijudos animales. El último en tomar el camino de la puerta fue mi carnero, cargado de su lana y de mí mismo, que pensaba en muchas cosas. Y el robusto Polifemo lo palpó y así le dijo:

—¡Carnero querido! ¿Por qué sales de la gruta el postrero del rebaño? Nunca te quedaste detrás de las ovejas, sino que, andando a buen paso pacías el primero las tiernas flores de la hierba, llegabas el primero a las corrientes de los ríos y eras quien primero deseaba volver al establo al caer de la tarde; mas ahora vienes, por el contrario, el último de todos. Sin duda echarás de menos el ojo de tu señor, a quien cegó un hombre malvado con sus perniciosos compañeros, perturbándole las mentes con el vino. Nadie no se ha librado aún de una terrible muerte. ¡Si tuvieras mis sentimientos y pudieses hablar, para indicarme dónde se oculta de mi furor! Pronto su cerebro, molido a golpes, se esparciría acá y acullá por el suelo de la gruta, y mi corazón se aliviaría de los daños que me ha causado ese despreciable Nadie.

Diciendo así, dejó el carnero y lo echó afuera. Cuando estuvimos algo apartados de la cueva y del corral, me solté del carnero y desaté a los amigos. Al punto recogimos aquellas gordas reses de gráciles piernas y, dando muchos rodeos, llegamos por fin a la nave.

Nuestros compañeros se alegraron de vernos a nosotros, que nos habíamos librado de la muerte, y empezaron a gemir y a sollozar por los demás. Pero yo haciéndoles una señal con las cejas, les prohibí el llanto y les mandé que cargaran presto en la nave muchas de aquellas reses de hermoso vellón y volviéramos a surcar el agua salobre. Se embarcaron en seguida y, sentándose por orden en los bancos, tornaron a batir con los remos el espumoso mar.

Y, en estando tan lejos cuanto se deja oír un hombre que grita, hablé al Cíclope con estas mordaces palabras:

—¡Cíclope! No debías emplear tu gran fuerza para comerte en la honda gruta a los amigos de un varón indefenso. Las consecuencias de tus malas acciones habían de alcanzarte, oh cruel, ya que no temiste devorar a tus huéspedes en tu misma morada; por eso Zeus y los demás dioses te han castigado.

Así le dije; y él, airándose más en su corazón, arrancó la cumbre de una gran montaña, la arrojó delante de nuestra embarcación de azulada proa, y poco faltó para que no diese en la extremidad del gobernalle. Se agitó el mar por la caída del peñasco y las olas, al refluir desde el ponto, empujaron la nave hacia el continente y la llevaron a tierra firme. Pero yo, asiendo con ambas manos un larguísimo botador, la eché al mar y ordené a mis compañeros, haciéndoles con la cabeza silenciosa señal, que apretaran con los remos a fin de librarnos de aquel peligro. Se encorvaron todos y empezaron a remar. Mas, al hallarnos dentro del mar, a una distancia doble de la de antes, hablé al Cíclope, a pesar de que mis compañeros me rodeaban y pretendían disuadirme con suaves palabras unos por un lado y otros por el opuesto:

—¡Desgraciado! ¿Por qué quieres irritar a ese hombre feroz que con lo que tiró al ponto hizo volver la nave a tierra firme donde creíamos encontrar la muerte? Si oyera que alguien da voces o habla, nos aplastaría la cabeza y el maderamen del barco, arrojándonos áspero peñón. ¡Tan lejos llegan sus tiros!

Así se expresaban. Mas no lograron quebrantar la firmeza de mi corazón magnánimo; y, con el corazón irritado, le hablé otra vez con estas palabras:

—¡Cíclope! Si alguno de los mortales hombres te pregunta la causa de tu vergonzosa ceguera, dile que quien te privó del ojo fue Odiseo, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca.                                

Homero, La Odisea (Canto IX)





Odiseo y Polifemo por Arnold Böcklin, 1896






29 octubre 2017

HOMERO, LA ILÍADA Y LA ODISEA


Homero y su lazarillo por William-Adolphe Bouguereau

HOMERO
Homero es un poeta griego al que se atribuye la autoría de dos obras maestras, la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia.

La mayor parte de la tradición expresaba que Homero había sido el primer poeta de la Antigua Grecia.

La obra de Homero es la base sobre la que se sustenta la literatura occidental.

La biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia existencia histórica ha sido puesta en tela de juicio. 

Homero por Auguste Leloir, 1841


En la figura de Homero confluyen realidad y leyenda. 
Conservamos muy pocos datos que tengan cierta fiabilidad sobre su vida.

Se lo sitúa en el siglo VIII a.C.

La tradición sostenía que Homero era ciego. 
El Himno homérico a Apolo delio menciona «que es un ciego que reside en Quíos, la rocosa»
La iconografía grecorromana nos lo representa como un anciano ciego.
Retrato de Homero 
Escultura en mármol de un 
original Helenístico del 200 a.C


Siete ciudades griegas, Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y Quíos, se disputan su cuna. 
Pero la mencionada desde más antiguo es Quíos.
Vista aérea de la isla de Quíos

Homero escogió dos episodios de la Guerra de Troya como tema central de sus dos poemas. 

LA ILÍADA

En la Ilíada se narra el último año de la Guerra de Troya, aunque el episodio central sea la disputa entre dos héroes griegos: Aquiles y Agamenón.

LA ODISEA

La Odisea relata las aventuras de Ulises  en el viaje de regreso desde Troya hasta su patria, Ítaca, y el castigo que inflige a los pretendientes de su esposa, Penélope.



La apoteosis de Homero por Ingres