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12 septiembre 2014

NAGISA OSHIMA, FELIZ NAVIDAD, MR. LAWRENCE

NAGISA OSHIMA
Nagisa Oshima fue un director y guionista japonés nacido en 1932 en Kioto.
Se dio a conocer mundialmente con la película El imperio de los sentidos del año 1976 que obtuvo el premio Internacional en Cannes y retrata un caso real de un crimen pasional que conmocionó en 1936 a la sociedad japonesa. 


La estética de esta película se inspira en las delicadas estampas de Hokusai y Utamaro los dos grandes pintores de la erótica japonesa.
















Página del album Uta-Makura de Utamaro, grabado en madera coloreado, 1788

La cinta, llena de erotismo y sexo explícito, se enfrentó a las convenciones sociales  y sufrió la censura en Japón.

Oshima en 1978  filmó El imperio de la pasión con la que consiguió el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes.

Estos son los títulos de algunas de sus películas: La PresaEl imperio de los sentidosEl imperio de la pasiónFeliz Navidad, Mr. Lawrence.

FELIZ NAVIDAD, MR. LAWRENCE

Feliz Navidad, Mr. Lawrence, titulada en japonés Furyo, es una película de 1983 dirigida por Nagisa Oshima con música de Ryuichi Sakamoto que también interpreta un papel central en el film.




La película está basada en la novela La semilla y el sembrador escrita por Laurens van der Post que mezcla en su obra tres relatos sobre las experiencias reales del autor en un campo de prisioneros, durante la Segunda Guerra Mundial.


ARGUMENTO DE FELIZ NAVIDAD, MR. LAWRENCE











Durante la Segunda Guerra Mundial el mayor británico Jack Celliers, interpretado por David Bowie, llega a un campo japonés para prisioneros de guerra en la isla de Java.
Jack Celliers es altivo, valiente y de espíritu rebelde con un pasado que lo atormenta.



El comandante del campo, el capitán Yonoi, al que da vida el músico Ryuichi Sakamoto, impone en las tropas valores como la disciplina, el honor y la gloria según la tradición japonesa.




Por otra parte, su disciplina y su celo en el deber esconden su homosexualidad que tiene que tener reprimida ya que si esta se conociera públicamente le acarrearía una vergüenza absoluta.
  






El capitán Yonoi desprecia a sus prisioneros occidentales y los considera inferiores porque cree que los soldados aliados son unos cobardes por entregarse como prisioneros en vez de suicidarse con honor. 



La situación se complicará al enamorarse el comandante japonés del mayor Jack Celliers.

A partir de la fascinación de este amor platónico nacerá un choque de voluntades entre el prisionero y su carcelero.


Esta circunstancia causará numerosas tensiones entre guardianes y prisioneros, a las que se deberá añadir el choque  entre la mentalidad japonesa y la británica.

Uno de los prisioneros, el teniente coronel John Lawrence, interpretado por Tom Conti, es el intérprete de los prisioneros ya que sabe japonés y actúa de mediador entre ambas culturas.

Lawrence tratará de explicar a sus compañeros del campo la forma de pensar de los japoneses, pero estos le considerarán un traidor ya que es capaz de comprender el punto de vista de los enemigos.















La película es un estudio sobre la amistad, el honor, el racismo y el choque de culturas entre Oriente y Occidente




AMÉLIE NOTHOMB Y ESTUPOR Y TEMBLORES
Amélie Nothomb establece un paralelismo dentro de su novela Estupor y temblores entre el caso de dependencia y sumisión de su protagonista Amélie por la señorita Fubuki Mori y el de esta película de Nagisa Oshima, que narra la relación de atracción y dominio entre un oficial japonés y un prisionero inglés durante la II Guerra Mundial.






















TRÁILER DE FELIZ NAVIDAD, MR. LAWRENCE
Si quieres ver unas imágenes de Merry Christmas, Mr. Lawrence de Nagisa Oshima, este es su tráiler:



















02 enero 2012

AMÉLIE NOTHOMB, ESTUPOR Y TEMBLORES


AMÉLIE NOTHOMB
Amélie Nothomb nació en Kobe (Japón) en 1967. 
Es una escritora belga en lengua francesa.
Proviene de una antigua familia de Bruselas, donde reside actualmente.
Pasó su infancia y adolescencia en Extremo Oriente, principalmente en China y en Japón, donde su padre fue embajador. 
Vivió además en los Estados Unidos, Laos, Birmania y Bangladesh.
Habla japonés y trabajó como intérprete en Tokio.
A los diecisiete años descubre Europa y más precisamente Bruselas, ciudad en la que se siente extraña y extranjera.
Estudia Filología románica en la Universidad Libre de Bruselas, pero su apellido evoca en Bélgica a una familia de la alta burguesía católica y a un bisabuelo de extrema derecha, lo que no favorece su integración en una universidad de tendencias liberal-socialistas. 
Una vez licenciada, regresa a Tokio y entra a trabajar en una gran empresa japonesa.
Posteriormente relató esta experiencia penosa en su novela Estupor y temblores.

Por esta novela recibió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 1999, y fue llevada al cine por Alain Corneau en 2003.

Regresa a Bélgica y publica Higiene del asesino en 1992. 
Es el comienzo de un éxito fulgurante, este libro fue redactado después de una trágica visión de la muerte de su hermano a manos de un borracho. 
En adelante, la autora puede vivir de la literatura, su pasión. 
Se dedica a esa actividad al menos cuatro horas diarias, levantándose a escribir a las cuatro de la madrugada y afirma escribir tres novelas al año, de las que sólo publica una.


Es una de las autoras en francés más populares y con mayor proyección internacional.


ESTILO


Algunas de sus novelas están constituidas de un único diálogo entre dos personajes. 
De su estilo se ha opinado que es valioso y pedante pero, a la vez, cómico y con mucho carácter.
Sus relatos son  vivaces y es muy notable la precisión del vocabulario, la originalidad de los temas y una mordacidad constante. 
Maneja magistralmente el arte de lo absurdo. 
Fascinada por la fealdad y la monstruosidad, destaca por la descripción de personajes de rasgos extremos.
Sus obras giran siempre, en sus palabras, en torno al enfrentamiento entre dos personajes, o un personaje y una situación.


ESTUPOR Y TEMBLORES



Esta novela,  de carácter autobiográfico narra la historia de Amélie, una joven belga de 22 años, que empieza a trabajar como contable, en Tokio, en una de las mayores compañías mundiales, Yumimoto Corporation, quintaesencia de las empresas japonesas.

El título Estupor y temblores hace referencia la fórmula que explica la sensación que debe provocar el Emperador del Sol Naciente en sus súbditos, y que para la autora es un resumen de toda la cultura empresarial japonesa.

Así trabaja Amélie en el Japón actual, fuertemente jerarquizado, en el que cada superior es, antes que nada, el inferior de otro.
Amélie, afligida por la doble dificultad de ser a la vez occidental y mujer vive extraviada en un hormiguero de burócratas, subyugada además por la muy japonesa belleza de su superior directa, con la cual tiene unas relaciones de franca perversidad.
Amélie sufre en esta empresa una serie ininterrumpida de  vejaciones y humillaciones.
Trabajos absurdos, órdenes dementes, tareas repetitivas, humillaciones grotescas, misiones ingratas, ineptas o delirantes, superiores sádicos.
La joven Amélie empieza en contabilidad, luego a servir cafés, pasa a la fotocopiadora y, descendiendo los escalones de la dignidad  acaba ocupándose de los lavabos masculinos.




LEE UN PEQUEÑO FRAGMENTO DE ESTUPOR Y TEMBLORES
El señor Saito ya no me pedía que escribiera cartas a Adam Johnson ni a nadie. En realidad, ya no me pedía nada, salvo que le llevara cafés.


Nada más normal que, cuando uno empieza a trabajar en una compañía nipona, iniciarse en el ochakumi –“la ceremonia del honorable té”-. Ya que era el único papel que me asignaban, me lo tomé con la máxima seriedad.

Rápidamente, aprendí las costumbres de todo el mundo: para el señor Saito, un café corto a las ocho y media en punto. Para el señor Unaji, uno con leche con dos terrones de azúcar a las diez. Para el señor Mizuno, un cubilete de Coca – Cola cada hora. A las cinco de la tarde, un té inglés con un poco de leche para el señor Okada. Para Fubuki, un té verde a las nueve, un café corto a las doce, un té verde a las tres y un último café corto a las siete – siempre me daba las gracias con una educación cautivadora.



Aquella humilde tarea pronto se reveló como el primer instrumento de mi perdición.

Una mañana, el señor Saito me comunicó que el vicepresidente recibía en su despacho la visita de una importante delegación de una firma amiga:

- Café para veinte.

Entré en el despacho del señor Omochi con mi enorme bandeja y estuve mejor que perfecta: servía cada taza con sostenida humildad, salmodiando las más refinadas fórmulas de cortesía, bajando la mirada e inclinándome. Si existía una orden al mérito del ochakumi, debería haberme sido concedida.

Unas horas más tarde, la delegación se marchó. La voz atronadora del inmenso señor Omochi gritó:

- ¡Saito – san!

Vi al señor Saito levantarse como movido por un resorte, ponerse lívido y correr hacia la guardia del vicepresidente. Los gritos del obeso resonaron detrás de la pared. Aunque no se entendía lo que decía, no parecía tratarse de nada amable.

El señor Saito regresó con el rostro descompuesto. Pensando que pesaba tres veces menos que su agresor, experimenté hacia él un estúpido ataque de ternura. Fue entonces cuando, en tono furioso, me llamó.

Le seguí hasta su despacho vacío. Me habló con una cólera que le hacía balbucear:

- ¡Ha indispuesto profundamente a la delegación de la firma amiga! ¡Ha servido el café utilizando fórmulas que sugerían que sabía hablar perfectamente japonés!

- Es que no lo hablo tan mal, Saito – san.

- ¡Cállese! ¿Con qué derecho se atreve a defenderse? El señor Omochi está muy enojado con usted. Ha creado un ambiente irrespirable en la reunión de esta mañana: ¿cómo iban a sentirse cómodos nuestros socios ante una blanca que comprendía su idioma? De ahora en adelante, no hablará nunca más japonés.

Le miré con los ojos abiertos como platos:

- ¿Perdone?

- Usted ya no sabe japonés. ¿Ha quedado claro?

- ¡Pero si Yumimoto me contrató precisamente por mi dominio del japonés!

- Me da igual. Le ordeno que no entienda japonés.

- Eso es imposible. Nadie puede acatar una orden semejante.

- Siempre existe un modo de obedecer. Eso es lo que los cerebros occidentales deberían comprender.

“Ya empezamos”, pensé antes de proseguir:

- Quizás el cerebro nipón sea capaz de obligarse a sí mismo a olvidar un idioma. El cerebro occidental carece de esos recursos.

Aquel extravagante argumento pareció convencer al señor Saito.

- Inténtelo de todos modos. O, por lo menos, haga como que lo intenta. Ha recibido órdenes al respecto. ¿Me ha comprendido?

El tono era seco y tajante.

Cuando regresé a mi despacho, algo debió de notarme Fubuki, ya que me dedicó una mirada dulce y preocupada. Permanecí abatida durante un largo rato, preguntándome qué actitud debía adoptar.














ARTÍCULOS SOBRE AMÉLIE NOTHOMB


Si te interesa conocer más sobre esta escritora, aquí tienes unos enlaces con entrevistas y artículos aparecidos en periódico EL PAÍS sobre ella: