17 noviembre 2012

EDGAR ALLAN POE, ANNABEL LEE


It was many and many a year ago,
In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
By the name of Annabel Lee; —
And this maiden she lived with no other thought
Than to love and be loved by me.

I was a child and she was a child,
In this kingdom by the sea;
But we loved with a love that was more than love —
I and my Annabel Lee —
With a love that the wingéd seraphs in Heaven
Coveted her and me.

And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling
My beautiful Annabel Lee;
So that her high-born kinsmen came
And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre,
In this kingdom by the sea.

The angels, not half so happy in Heaven,
Went envying her and me —
Yes! — that was the reason (as all men know,
In this kingdom by the sea)
That the wind came out of the cloud by night,
Chilling and killing my Annabel Lee.

But our love it was stronger by far than the love
Of those who were older than we —
Of many far wiser than we —
And neither the angels in Heaven above,
Nor the demons down under the sea,
Can ever dissever my soul from the soul
Of the beautiful Annabel Lee: —

For the moon never beams, without bringing me dreams
Of the beautiful Annabel Lee;
And the stars never rise, but I feel the bright eyes
Of the beautiful Annabel Lee: —
And so, all the night-tide, I lie down by the side
Of my darling — my darling — my life and my bride,
In her sepulchre there by the sea —
In her tomb by the sounding sea.
The moment I became Edgar I suddenly realized I was in Hell
acuarela pintada por Marilyn Manson

POE Y ANNABEL LEE
Annabel Lee es el último poema completo compuesto por el escritor y poeta romántico estadounidense Edgar Allan Poe. 
Trata el  tema de la muerte de una joven y hermosa mujer tan frecuente en su obra.
El narrador que ama a Annabel Lee desde la niñez, sigue enamorado de ella tras el prematuro fallecimiento de la joven.
Su amor hacia ella es tan fuerte que en su desesperación por su pérdida acusa hasta a los ángeles de celos. 

A pesar de los debates existentes se cree que el poema está inspirado en su esposa Virginia Eliza Clemm, fallecida dos años antes. 
El poema, fue compuesto en 1849 y no se publicó hasta después de la muerte del autor, ese mismo año.

Es difícil fijar el texto definitivo ya que, por ejemplo,la «Edgar Allan Poe Society» de Baltimore, Maryland ha identificado hasta once versiones diferentes del poema que fueron publicadas entre 1849 y 1850.


RADIO FUTURA Y POE
Esta es la versión con música del poema de Poe que hizo Radio Futura, grupo de rock de la Movida madrileña de los años 80.
Puedes leerla aquí y escucharla más abajo.

ANNABEL LEE
Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más
que en amar y ser amada, ser amada por mi.

Éramos sólo dos niños mas tan grande nuestro amor
que los ángeles del cielo nos cogieron envidia
pues no eran tan felices, ni siquiera la mitad,
como todo el mundo sabe, en aquel reino junto al mar.

Por eso un viento partió de una oscura nube aquella noche
para helar el corazón de la hermosa Annabel Lee
luego vino a llevársela su noble parentela
para enterrarla en un sepulcro en aquel reino junto al mar.

No luce la luna sin traérmela en sueños
ni brilla una estrella sin que vea sus ojos
y así paso la noche acostado con ella,
mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.

Nuestro amor era más fuerte que el amor de los mayores
que saben más como dicen de las cosas de la vida
ni los ángeles del cielo ni los demonios del mar
separaran jamás mi alma del alma de Annabel Lee.

No luce la luna sin traérmela en sueños
ni brilla una estrella sin que vea sus ojos
y así paso la noche acostado con ella,
mi querida hermosa, mi vida, mi esposa.

En aquel sepulcro junto al mar
en su tumba junto al mar ruidoso.
Hace muchos, muchos años en un reino junto al mar
habitó una señorita cuyo nombre era Annabel Lee
y crecía aquella flor sin pensar en nada más
que en amar y ser amada, ser amada por mi.

Edgar Allan Poe





LEOPOLDO MARÍA PANERO Y POE

Este es el acercamiento a la Annabel Lee de Poe que hace el poeta Leopoldo María Panero:

Hay un nombre cuyo ruido hace
temblar al aire como si fuera de algo
el de mi hermosa ANNABEL LEE: el de una niña
que me amó como si yo algo fuera
y que al morir supo tan sólo
a Dios decir un nombre, un ruido:

ANNABEL LEE.

Yo era una niña y ella casi un niño
nadando los dos bajo el mar; pero
nos amábamos ambos de algo como hierro
y llorábamos juntos los dos, bajo el cielo.
Y fue ese el motivo quizá por el que un día
una lágrima cayó del cielo disolviendo
como un ácido el cuerpo que temblaba
de mi hermosa, de mi pálida ANNABEL LEE, y entonces
vinieron sus padres, gente de dinero
a hacerse cargo del alma, y dicen
que la enterraron bajo el mar.

Pero hoy los huesos de una niña bailan
allí junto a una roca, cerca
de aquel reino moribundo que hay
debajo del mar, y cantan
aún esa canción demente, la
de los seres que
se enterraron juntos pronunciando
a solas el nombre de

ANNABEL LEE.


Publicado en de Poesía. 1970-1985 (Visor, 1986)







09 noviembre 2012

LUIS FERNANDO GARCÍA NÚÑEZ, UN HOMENAJE A LAS MUJERES

LOS PERSONAJES FEMENINOS 
EN LA LITERATURA UNIVERSAL

UN HOMENAJE A LAS MUJERES


Pocas veces nos hemos detenido a estudiar el papel protagónico que han cumplido en la literatura universal las mujeres: las escritoras y, sobre todo, los personajes femeninos. Así, por ejemplo, Safo (620-565 a.C.), la prodigiosa poetisa griega, se constituye en uno de esos paradigmas, confundido hoy con la leyenda, que marcó una época y fue, además, una de las primeras mujeres de Occidente que sufrió el exilio por cuestiones políticas, como lo demuestran los célebres “mármoles de Patos” que relatan la historia. Y, otras tantas, muchas de ellas no escritoras, como las emperatrices romanas Libia o las Agripinas, Popea Augusta, Octavia, para no hablar de la bella Cleopatra, la reina de ese otro mundo lejano, casi mítico, que era entonces Egipto. Y luego Juana de Arco, Isabel I, la reina de Inglaterra y María Estuardo, o Catalina la Grande, la zarina; María Teresa de Austria, madre de María Antonieta la reina guillotinada durante la Revolución Francesa.


Y a ellas se suman las mujeres que como Safo utilizaron la pluma para expresar sus sentimientos, sus ideas, su visión del mundo: la reina de Navarra, Margarita de Valois; sor Juana Inés de la Cruz,Teresa de Ávila, las hermanas Brontë: Carlota, Emile y Ana; Virginia Wolf, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Margarita Yourcenar, Susan Sontag, Fanny Buitrago, Laura Restrepo, Alba Lucía Ángel, Piedad Bonnett, entre muchas otras.
Y ahora los personajes femeninos. Empecemos por Electra. Su carácter simboliza la lealtad femenina, una especie de conciencia familiar que identificamos gracias a tres famosas tragedias griegas: Las Coéforas, de Esquilo; las dos Electra, la de Sófocles y la de Eurípides. Electra tiene, entre nosotros, un significado profundo como madre, como hermana y como hija. Sobre todo en una sociedad como la colombiana con tantas viudas y huérfanas. Afectada por la muerte trágica de su padre Agamenon, asesinado por Clitemnestra, para casarse con Egisto, el amante, inicia una cruzada para vengarse y de paso proteger a Orestes, su hermano menor, y alcanzar la justicia que tanto desea. Es un personaje ofendido, enajenado por los trágicos acontecimientos que la convierten en un ser que vibra entre el odio infinito y el perdón, para concluir en un ejemplo de equilibrio y serenidad que asombran. Es también el personaje esencial del Agamenón y del Orestes de Sófocles, que luego ilumina a poetas como Hofmannsthal, con su obra Electra o a escritores más modernos como O’Neill en A Electra le sienta bien el luto.


Y no puede faltar en esta relación Elena -o Helena, como se escribe en español-, la esposa de Menelao, hija del poderoso Zeus y de Leda, raptada por Paris, causa de la Guerra de Troya. Este personaje femenino, a pesar de las contradicciones, es modelo de las virtudes femeninas, considerada por Homero en la Ilíada, como una mujer de singulares dotes. Representa el ideal femenino de la nobleza griega, que se ve nítidamente en la Odisea, el gran poema homérico en que ella se resalta con más vigor. La otra Elena es personaje de Bien está lo que bien acaba de Shakespeare, un drama en que ella hace grandes esfuerzos para ganarse el corazón de su marido, hasta acudir a medios que para algunos resultan repugnantes. De todos modos, según Coleridge, una adorable creación del gran escritor inglés.

Uno de los personajes femeninos más controvertidos de la literatura universal es Emma Bovary, creada por Gustave Flaubert y protagonista de Madame Bovary, esa pobre adúltera enajenada, como don Quijote, por la lectura de novelas que la llevan a querer vivir un sueño que no puede cumplir y termina en una vulgar tragedia. De ella, de su historia precisamente, proviene el término “bovarysmo” creado por Jules Gaultier y que es “la tendencia y la actitud a concebirse y a concebir las cosas de un modo distinto de como son en realidad”. Flaubert reveló en Emma Bovary una parte de la común femineidad, carente de la energía y la cultura requeridas para tener puestos los pies en la tierra. 

Naná, la protagonista de la novela de Emile Zola con el mismo nombre, es el contradictorio testimonio de la ingenuidad y la razón materna -que a veces vuelca en su hijo-, y de la mujer cruel y sin escrúpulos, convertida en una especie de cortesana de la aristocracia; fuerza incontenible e indiferente que acaba con la vida y la fortuna de los amantes que han caído ante su hechizo y belleza, la cual termina cuando es víctima de la viruela, y se hunde aniquilada por esas extrañas y poderosas fuerzas que sorprenden con frecuencia a seres mezquinos y despiadados.





Entre las heroínas de la literatura latinoamericana tenemos a doña Bárbara, a María y a la inolvidable Amalia, que protagonizan tres historias que vale la pena recordar en este homenaje. Doña Bárbara es el personaje central de la novela del mismo nombre que escribió el venezolano Rómulo Gallegos. Encarna a esas mujeres fuertes que deben vivir en un mundo cruel, lleno de maldades y de supersticiones, casi feudal, enfrentada a un hombre civilizado -Santos Luzardo- que representa a esa burguesía naciente de América Latina, heredera de una pequeña aristocracia decadente y conservadora que después se consideró liberal porque quiso acabar con el fanatismo y propuso el progreso a su manera, como creyeron haberlo aprendido cuando empezaron a dividir el mundo entre civilización y barbarie.



Éste es, precisamente, el leitmotiv de Doña Bárbara. En la protagonista, dominante y violenta, predomina el instinto y el deseo del poder que la vuelven codiciosa, y todas sus acciones se mueven para hacer posible una venganza largamente ansiada contra los varones, culpables de su dolor, de su tragedia, de sus odios. Tiene una hija con el rico terrateniente Lorenzo Barquero, que luego desconoce, “porque un hijo de sus entrañas, era para ella una victoria del macho, una nueva violencia sufrida”. Al final desaparece misteriosamente, empujada por el recuerdo de un amor verdadero, que le fue arrancado cuando empezaba a florecer. Y ahí la leyenda, el enigma que envuelve, curiosamente, a Arturo Cova, el protagonista de La vorágine.

La protagonista de María, la novela de Jorge Isaacs es, al contrario, un ser ideal, desasido de la realidad, entre ángel y mujer, que sufre los tormentos de una enfermedad incurable, pero enamorada de Efraín, su primo, con una pasión serena, repleta de presentimientos fatalistas que despliegan un velo de tristeza y de dolor y la hacen digna de la compasión de quienes la rodean -y de quienes leen la novela-. Casi desde el inicio de la historia podemos presentir el final. María es un personaje fantasmal: su fragilidad, su impenitente tristeza, la convierten en lo que significa hoy para todos, una heroína romántica, melancólica, pesimista, sin capacidad de lucha. Es para Efraín, casi siempre, un recuerdo y todos presentimos cuando él se vaya a estudiar a Londres, María morirá. Sus cartas son lo único tangible que permite recobrar la presencia de ella, a pesar de su estéril lucha contra la muerte. María es una de tantas presencias que apenas podemos vislumbrar en los objetos, en unas palabras en unos recuerdos que se van para siempre. 
Amalia es la protagonista de la novela romántica del mismo nombre que escribió el argentino José Mármol. A diferencia de María, Amalia enfrenta su terrible realidad, aunque al final parezca derrotarla su sino trágico, ningún desastre logra forzar su externa e impasible serenidad. De todos modos, se transforma en el epicentro de la historia cuando, en un acto de solidaridad, refugia en su casa a un enemigo del dictador Rosas: Eduardo Belgrano, y luego se casa con él. El universo de los infortunios y de los pesares la hacen víctima de las circunstancias políticas que vive su país, y con ellas el dolor de perder a quienes quiere e incluso de sufrir ella la dureza de la represión que desata el gobierno, pues es herida el día en que asesinan a Eduardo Belgrano, su segundo esposo. Ahí están las características centrales de la mujer romántica: tragedia, tristeza, melancolía, lucha en contra de un destino manifiesto.


Muchas otras mujeres asombran a los lectores, por ejemplo, de la literatura colombiana: en Cien años de soledad, para no ir muy lejos, el trascendental papel de Úrsula Iguarán, la esencia misma de la obra. Ella soporta en sus hombros todo el trasegar de personajes y de hechos que se generan en esos años de su soledad, de su fuerte presencia para organizar el mundo mítico que era Macondo, hasta descubrir, en un largo peregrinaje, que las fronteras de la realidad están más allá de donde suponían todos. Úrsula es la conciencia del mundo creado por García Márquez. 

Tránsito es el nombre de la novela de Luis Segundo de Silvestre que nos muestra una mujer diferente, “una campesina inteligente e ingenua de corazón, que se enamora enloquecida y humildemente de Andrés y es correspondida por éste de manera delicada y caballerosa, pero aparentemente con inexplicable desvío; y en fin la trágica y abnegada muerte de la protagonista a los disparos de Urbano, el gamonal corrompido, que antes le había deshecho el hogar paterno”. 

Faltan, sin duda, obras colombianas en que la mujer es la razón misma: sólo mencionamos novelas como La marquesa de Yolombó, Manuela, Diana Cazadora, Mercedes, Madre, Hija, Camila Sánchez, Lilí y, por ahora, pare de contar. Nos faltan obras latinoamericanas y universales de las que hablaremos en otra ocasión. 



UN HOMENAJE A LAS MUJERES 
por Luis Fernando García Núñez






Artículo publicado originalmente en la edición Nº 67, marzo de 2007 de la Revista Libros & Letras 



Luis Fernando García Núñez es periodista y profesor de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá.






08 noviembre 2012

CEES NOOTEBOOM, HOMERO EN ÍTACA



CICLO DE PALABRA  

CEES NOOTEBOOM Y JAIME PRIEDE
Entrada libre hasta completa aforo, previa retirada de invitación a partir del 1 de noviembre en la Recepción del Centro Niemeyer de Avilés y en la Recepción de Laboral Ciudad de la Cultura en Gijón.

Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es actualmente uno de los más destacados escritores europeos. 

En constante nomadismo entre Holanda, España y Alemania, se ha convertido en un reconocido autor de libros de viaje, novelas, poesías y ensayos. 

Ya desde su primera obra, publicada en 1954 bajo el título de Philip en de anderen, Nooteboom dejó en evidencia una clara postura europeísta y cosmopolita.

Entre sus publicaciones se encuentran también Rituales (1980), con la que ganó el Premio Bordewijz y el Premio Pegasus de Literatura, En las montañas de Holanda (1990), ¡Mokusei! El buda tras la empalizada (1994), AllerzielenEl día de todas las ánimas (1998), Tumbas (2007) y El desvío a Santiago (1993), quizá su obra más conocida.
Premio Aristeion de Literatura 1993 y XIII Premio Grinzane Cavour, fue nombrado Caballero de la Legión de Honor en Francia y es candidato desde hace años al Premio Nobel de Literatura.

Jaime Priede (Langreo, Asturias, 1965). Ha realizado ediciones bilingües de Anne Michaels, John Berger, Tess Gallagher, Raymond Carver, C K Williams, Robert Hass, Allen Ginsberg, Mary Jo Bang, Hart Crane, Edgar Lee Masters y Edgar Allan Poe. 
Ha publicado el libro de poesía El Coleccionista de tarjetas postales y de ensayo literario Dejad que baile el forastero
Ha colaborado como crítico literario en Cuadernos Hispanoamericanos, Ínsula, Lateral, Clarín, Letra Internacional, Letras Libres y Quimera. 
Forma parte del consejo editorial del semanario cultural El Cuaderno.

http://elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com.es/



HOMERO EN ÍTACA

Aquí puedes leer un poema de Cees Noteboom dedicado al poeta griego Homero:

Homero en Ítaca

El día está claro, el gavilán se cierne sobre su presa.

Alguien abre

una gran caja con silencio.



Sobre la reluciente bandeja del mar

flota la otra isla.

La luz toda es de porcelana

una frágil ánfora a nuestro alrededor.



Ayer sucede de nuevo.

Hoy marcha el héroe a la guerra.

Mañana regresará.



No, aquí nunca ha cambiado nada.

Bajo el olivo duerme invisible el ciego

y esconde en su ojo el secreto del poeta.



¡Canta, musa!




Cees Noteboom



04 noviembre 2012

HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT, EL SER BAJO LA LUZ DE LA LUNA



H. P. LOVECRAFT


Howard Phillips Lovecraft es un escritor estadounidense nacido en Nueva Inglaterra, autor de poemas, novelas y relatos de terror cósmico. 
Maestro indiscutible de la literatura fantástica, en su obra se funde la literatura de terror y la ciencia ficción.
Es el creador una mitología terrorífica de seres de un inframundo paralelo, los mitos de Cthulhu. 
Desde su niñez se interesó por la mitología, la astronomía y las ciencias. 
Lovecraft está Influenciado por la obra de Lord Dunsany, de Edgar Allan Poe y de Arthur Machen. 
Publicó la mayoría de sus obras  en la revista Weird Tales.

ESTE ES UNO DE SUS POEMAS:





Y AQUÍ PUEDES LEER UNO DE SUS RELATOS:

 EL SER BAJO LA LUZ DE LA LUNA

Morgan no es hombre de letras; de hecho, su inglés carece del más mínimo grado de coherencia. Por eso me tienen maravillado las palabras que escribió, aunque otros se han reído.
Estaba sólo la noche en que ocurrió. De repente lo acometieron unos deseos incontenibles de escribir, y tomando la pluma redactó lo siguiente:
«Me llamo Howard Phillips. Vivo en la Calle College, 66, Providence, Rhode Island. El 24 de noviembre de 1927 -no sé siquiera en qué año estamos- me quedé dormido y tuve un sueño; y desde entonces me ha sido imposible despertar.
»Mi sueño empezó en un paraje húmedo, pantanoso y cubierto de cañas, bajo un cielo gris y otoñal, con un abrupto acantilado de roca cubierta de líquenes, al norte. Impulsado por una vaga curiosidad, subí por una grieta o hendidura de dicho precipicio, observando entonces que a uno y otro lado de las paredes se abrían las negras bocas de numerosas madrigueras que se adentraban en las profundidades de la meseta rocosa.
»En varios lugares, el paso estaba techado por el estrechamiento de la parte superior de la angosta fisura; en dichos lugares, la oscuridad era extraordinaria, y no se distinguían las madrigueras que pudiese haber allí. En uno de esos tramos oscuros me asaltó un miedo tremendo, como si una emanación incorpórea y sutil de los abismos tomara posesión de mi espíritu; pero la negrura era demasiado densa para descubrir la fuente de mi alarma.
»Por último, salí a una meseta cubierta de roca musgosa y escasa tierra, iluminada por una débil luna que había reemplazado al agonizante orbe del día. Miré a mi alrededor y no vi a ningún ser viviente; sin embargo, percibí una agitación extraña muy por debajo de mí, entre los juncos susurrantes de la ciénaga pestilente que hacía poco había abandonado.
»Después de caminar un trecho, me topé con unas vías herrumbrosas de tranvía, y con postes carcomidos que aún sostenían el cable fláccido y combado del trole. Siguiendo por estas vías, llegué en seguida a un coche amarillo que ostentaba el número 1852, con fuelle de acoplamiento, del tipo de doble vagón, en boga entre 1900 y 1910. Estaba vacío, aunque evidentemente a punto de arrancar; tenía el trole pegado al cable y el freno de aire resoplaba de cuando en cuando bajo el piso del vagón. Me subí a él, y miré en vano a mi alrededor tratando de descubrir un interruptor de la luz..., entonces noté la ausencia de la palanca de mando, lo que indicaba que no estaba el conductor. Me senté en uno de los asientos transversales. A continuación oí crujir la yerba escasa por el lado de la izquierda, y vi las siluetas oscuras de dos hombres que se recortaban a la luz de la luna. Llevaban las gorras reglamentarias de la compañía, y comprendí que eran el cobrador y el conductor. Entonces, uno de ellos olfateó el aire aspirando con fuerza, y levantó el rostro para aullar a la luna. El otro se echó a cuatro patas dispuesto a correr hacia el coche.
»Me levanté de un salto, salí frenéticamente del coche y corrí leguas y leguas por la meseta, hasta que el cansancio me obligó a detenerme... Huí, no porque el cobrador se echara a cuatro patas, sino porque el rostro del conductor era un mero cono blanco que se estrechaba formando un tentáculo rojo como la sangre.
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»Me di cuenta de que había sido sólo un sueño; sin embargo, no por ello me resultó agradable.
»Desde esa noche espantosa lo único que pido es despertar..., ¡pero aún no ha podido ser!
»¡Al contrario, he descubierto que soy un habitante de este terrible mundo onírico! Aquella primera noche dejó paso al amanecer, y vagué sin rumbo por las solitarias tierras pantanosas. Cuando llegó la noche aún seguía vagando, esperando despertar. Pero de repente aparté la maleza y vi ante mí el viejo tranvía... ¡A su lado había un ser de rostro cónico que alzaba la cabeza y aullaba extrañamente a la luz de la luna!
»Todos los días sucede lo mismo. La noche me coge como siempre en ese lugar de horror. He intentado no moverme cuando sale la luna, pero debo caminar en mis sueños, porque despierto con el ser aterrador aullando ante mí a la pálida luna; entonces doy media vuelta, y echo a correr desenfrenadamente.
»¡Dios mío! ¿Cuándo despertaré?»
Eso es lo que Morgan escribió. Quisiera ir al 66 de la Calle College de Providence; pero tengo miedo de lo que pueda encontrar allí.


FIN