24 abril 2014

ELENA PONIATOWSKA, DISCURSO DEL PREMIO CERVANTES 2013


ELENA PONIATOWSKA AMOR
La periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska Amor galardonada con el Premio Cervantes 2013.

Poniatowska es la cuarta mujer que lo consigue después de las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010) y la cubana Dulce María Loynaz (1992).



El Jurado, presidido por el presidente de la Real Academia Española (RAE), José Manuel Blecua, ha destacado su "brillante trayectoria literaria en diversos géneros, de manera particular en la narrativa, y su dedicación ejemplar al periodismo".
"Su obra destaca por su firme compromiso con la historia contemporánea. Autora de obras emblemáticas que describen al siglo XX, desde una proyección internacional e integradora", ha resaltado el Jurado, para después añadir que "Poniatowska constituye una de las voces más poderosas de la literatura en español estos días".


DISCURSO COMPLETO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO CERVANTES 2013



Tras escuchar el discurso Elena Poniatowska Amor de aceptación del Premio Cervantes 2013, aquí puedes leer el texto completo.


TEXTO DEL DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL PREMIO CERVANTES 2013


Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señor Presidente de la Comunidad de Madrid, Señor Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.


Soy la cuarta mujer en recibir el Premio Cervantes, creado en 1976. (Los hombres son treinta y cinco.) María Zambrano fue la primera y los mexicanos la consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil Española vivió en México y enseñó en la Universidad Nicolaíta en Morelia, Michoacán.

Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano, el exilio fue una herida sin cura, pero ella fue una exiliada de todo menos de su escritura.

La más joven de todas las poetas de América Latina en la primera mitad del siglo XX, la cubana Dulce María Loynaz, segunda en recibir el Cervantes, fue amiga de García Lorca y hospedó en su finca de La Habana a Gabriela Mistral y a Juan Ramón Jiménez. Años más tarde, cuando le sugirieron que abandonara la Cuba revolucionaria respondió que cómo iba a marcharse si Cuba era invención de su familia.

A Ana María Matute, la conocí en El Escorial en 2003. Hermosa y descreída, sentí afinidad con su obsesión por la infancia y su imaginario riquísimo y feroz.

María, Dulce María y Ana María, las tres Marías, zarandeadas por sus circunstancias, no tuvieron santo a quién encomendarse y sin embargo, hoy por hoy, son las mujeres de Cervantes, al igual que Dulcinea del Toboso, Luscinda, Zoraida y Constanza. A diferencia de ellas, muchos dioses me han protegido porque en México hay un dios bajo cada piedra, un dios para la lluvia, otro para la fertilidad, otro para la muerte. Contamos con un dios para cada cosa y no con uno solo que de tan ocupado puede equivocarse.

Del otro lado del océano, en el siglo XVII la monja jerónima Sor Juana Inés de la Cruz supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento. Con mucha razón José Emilio Pacheco la definió: “Sor Juana/ es la llama trémula/ en la noche de piedra del virreinato”.

Su respuesta a Sor Filotea de la Cruz es una defensa liberadora, el primer alegato de una intelectual sobre quien se ejerce la censura. En la literatura no existe otra mujer que al observar el eclipse lunar del 22 de diciembre de 1684 haya ensayado una explicación del origen del universo. Ella lo hizo en los 975 versos de su poema Primero sueño. Dante tuvo la mano de Virgilio para bajar al infierno, pero nuestra Sor Juana descendió sola y al igual que Galileo y Giordano Bruno fue castigada por amar la ciencia y reprendida por prelados que le eran harto inferiores.

Sor Juana contaba con telescopios, astrolabios y compases para su búsqueda científica. También dentro de la cultura de la pobreza se atesoran bienes inesperados. Jesusa Palancares, la protagonista de mi novela- testimonio Hasta no verte Jesús mío, no tuvo más que su intuición para asomarse por la única apertura de su vivienda a observar el cielo nocturno como una gracia sin precio y sin explicación posible. Jesusa vivía a la orilla del precipicio, por lo tanto el cielo estrellado en su ventana era un milagro que intentaba descifrar. Quería comprender por qué había venido a la Tierra, para qué era todo eso que la rodeaba y cuál podría ser el sentido último de lo que veía. Al creer en la reencarnación estaba segura de que muchos años antes había nacido como un hombre malo que desgració a muchas mujeres y ahora tenía que pagar sus culpas entre abrojos y espinas.

Mi madre nunca supo qué país me había regalado cuando llegamos a México, en 1942, en el “Marqués de Comillas”, el barco con el que Gilberto Bosques salvó la vida de tantos republicanos que se refugiaron en México durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Mi familia siempre fue de pasajeros en tren: italianos que terminan en Polonia, mexicanos que viven en Francia, norteamericanas que se mudan a Europa. Mi hermana Kitzia y yo fuimos niñas francesas con un apellido polaco. Llegamos “a la inmensa vida de México” —como diría José Emilio Pacheco—, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas.

Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron al lado de la humildad de los mexicanos más pobres. Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: “¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?”

Aprendí el español en la calle, con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte. “Naranja dulce,/ limón celeste,/ dile a María/ que no se acueste./ María, María/ ya se acostó,/ vino la muerte/y se la llevó”. O esta que es aún más aterradora: “Cuchito, cuchito/ mató a su mujer/ con un cuchillito/ del tamaño de él./ Le sacó las tripas/ y las fue a vender./ —¡Mercarán tripitas/ de mala mujer!”

Todavía hoy se mercan las tripas femeninas. El pasado 13 de abril, dos mujeres fueron asesinadas de varios tiros en la cabeza en Ciudad Juárez, una de 15 años y otra de 20, embarazada. El cuerpo de la primera fue encontrado en un basurero.

Recuerdo mi asombro cuando oí por primera vez la palabra “gracias” y pensé que su sonido era más profundo que el “merci” francés. También me intrigó ver en un mapa de México varios espacios pintados de amarillo marcados con el letrero: “Zona por descubrir”. En Francia, los jardines son un
pañuelo, todo está cultivado y al alcance de la mano. Este enorme país temible y secreto llamado México, en el que Francia cabía tres veces, se extendía moreno y descalzo frente a mi hermana y a mí y nos desafiaba: “Descúbranme”. El idioma era la llave para entrar al mundo indio, el mismo mundo del que habló Octavio Paz, aquí en Alcalá de Henares en 1981, cuando dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos.

¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra Parangaricutirimicuaro? Me gustó poder pronunciar Xochitlquetzal, Nezahualcóyotl o Cuauhtémoc y me pregunté si los conquistadores se habían dado cuenta quiénes eran sus conquistados.

Quienes me dieron la llave para abrir a México fueron los mexicanos que andan en la calle. Desde 1953, aparecieron en la ciudad muchos personajes de a pie semejantes a los que don Quijote y su fiel escudero encuentran en su camino, un barbero, un cuidador de cabras, Maritornes la ventera. Antes, en México, el cartero traía uniforme cepillado y gorra azul y ahora ya ni se anuncia con su silbato, solo avienta bajo la puerta la correspondencia que saca de su desvencijada mochila. Antes también el afilador de cuchillos aparecía empujando su gran piedra montada en un carrito producto del ingenio popular, sin beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y la iba mojando con el agua de una cubeta. Al hacerla girar, el cuchillo sacaba chispas y partía en el aire los cabellos en dos; los cabellos de la ciudad que en realidad no es sino su mujer a la que le afila las uñas, le cepilla los dientes, le pule las mejillas, la contempla dormir y cuando la ve vieja y ajada le hace el gran favor de encajarle un cuchillo largo y afilado en su espalda de mujer confiada. Entonces la ciudad llora quedito, pero ningún llanto más sobrecogedor que el lamento del vendedor de camotes que dejó un rayón en el alma de los niños mexicanos porque el sonido de sus carritos se parece al silbato del tren que detiene el tiempo y hace que los que abren surcos en la milpa levanten la cabeza y dejen el azadón y la pala para señalarle a su hijo: “Mira el tren, está pasando el tren, allá va el tren; algún día, tú viajarás en tren”.

Tina Modotti llegó de Italia pero bien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana moderna. En 1936, en España cambió de profesión y acompañó como enfermera al doctor Norman Bethune a hacer las primeras transfusiones de sangre en el campo de batalla. Treinta y ocho años más tarde, Rosario Ibarra de Piedra se levantó en contra de una nueva forma de tortura, la desaparición de personas. Su protesta antecede al levantamiento de las Madres de Plaza de Mayo con su pañuelo blanco en la cabeza por cada hijo desaparecido. “Vivos los llevaron, vivos los queremos”.

La última pintora surrealista, Leonora Carrington pudo escoger vivir en Nueva York al lado de Max Ernst y el círculo de Peggy Guggenheim pero, sin saber español, prefirió venir a México con el poeta Renato Leduc, autor de un soneto sobre el tiempo que pienso decirles más tarde si me da la vida para tanto.

Lo que se aprende de niña permanece indeleble en la conciencia y fui del castellano colonizador al mundo esplendoroso que encontraron los conquistadores. Antes de que los Estados Unidos pretendieran tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol. Deseaban tener los mismos derechos que los hombres.

“¿Quien anda ahí?” “Nadie”, consignó Octavio Paz en El laberinto de la soledad. Muchos mexicanos se ningunean. “No hay nadie” —contesta la sirvienta. “¿Y tú quien eres?” “No, pues nadie”. No lo dicen para hacerse menos ni por esconderse sino porque es parte de su naturaleza. Tampoco la naturaleza dice lo que es ni se explica a sí misma, simplemente estalla. Durante el terremoto de 1985, muchos jóvenes punk de esos que se pintan los ojos de negro y el pelo de rojo, con chalecos y brazaletes cubiertos de estoperoles y clavos arribaban a los lugares siniestrados, edificios convertidos en sándwich, y pasaban la noche entera con picos y palas para sacar escombros que después acarreaban en cubetas y carretillas. A las cinco de la mañana, ya cuando se iban, les pregunté por su nombre y uno de ellos me respondió: “Pues póngame nomás Juan”, no sólo porque no quería singularizarse o temiera el rechazo sino porque al igual que millones de pobres, su silencio es también un silencio de siglos de olvido y de marginación.

Tenemos el dudoso privilegio de ser la ciudad más grande del mundo: casi 9 millones de habitantes. El campo se vacía, todos llegan a la capital que tizna a los pobres, los revuelca en la ceniza, les chamusca las alas aunque su resistencia no tiene límites y llegan desde la Patagonia para montarse en el tren de la muerte llamado “La Bestia” con el sólo fin de cruzar la frontera de Estados Unidos.

En 1979, Marta Traba publicó en Colombia una Homérica Latina en la que los personajes son los perdedores de nuestro continente, los de a pie, los que hurgan en la basura, los recogedores de desechos de las ciudades perdidas, las multitudes que se pisotean para ver al Papa, los que viajan en autobuses atestados, los que se cubren la cabeza con sombreros de palma, los que aman a Dios en tierra de indios. He aquí a nuestros personajes, los que llevan a sus niños a fotografiar ya muertos para convertirlos en “angelitos santos”, la multitud que rompe las vallas y desploma los templetes en los desfiles militares, la que de pronto y sin esfuerzo hace fracasar todas las mal intencionadas políticas de buena vecindad, esa masa anónima, oscura e imprevisible que va poblando lentamente la cuadrícula de nuestro continente; el pueblo de las chinches, las pulgas y las cucarachas, el miserable pueblo que ahora mismo deglute el planeta. Y es esa masa formidable la que crece y traspasa las fronteras, trabaja de cargador y de mocito, de achichincle y lustrador de zapatos —en México los llamamos boleros—. El novelista José Agustín declaró al regresar de una universidad norteamericana: “Allá, creen que soy un limpiabotas venido a más”. Habría sido mejor que dijera “un limpiabotas venido a menos”. Todos somos venidos a menos, todos menesterosos, en reconocerlo está nuestra fuerza. Muchas veces me he preguntado si esa gran masa que viene caminando lenta e inexorablemente desde la Patagonia a Alaska se pregunta hoy por hoy en qué grado depende de los Estados Unidos. Creo más bien que su grito es un grito de guerra y es avasallador, es un grito cuya primera batalla literaria ha sido ganada por los chicanos.

Los mexicanos que me han precedido son cuatro: Octavio Paz en 1981, Carlos Fuentes en 1987, Sergio Pitol en 2005 y José Emilio Pacheco en 2009. Rosario Castellanos y María Luisa Puga no tuvieron la misma suerte y las invoco así como a José Revueltas. Sé que ahora los siete me acompañan, curiosos por lo que voy a decir, sobre todo Octavio Paz.

Ya para terminar y porque me encuentro en España, entre amigos quisiera contarles que tuve un gran amor “platónico” por Luis Buñuel porque juntos fuimos al Palacio Negro de Lecumberri —cárcel legendaria de la ciudad de México—, a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, el poeta y gaviero, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez. La cárcel, con sus presos reincidentes llamados “conejos”, nos acercó a una realidad compartida: la de la vida y la muerte tras los barrotes.

Ningún acontecimiento más importante en mi vida profesional que este premio que el jurado del Cervantes otorga a una Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan.

Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, “ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas”.

Por todas estas razones, el premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.

El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.

A mi hija Paula, su hija Luna, aquí presente, le preguntó: —Oye mamá, ¿y tú cuántos años tienes?

Paula le dijo su edad y Luna insistió:

—¿Antes o después de Cristo?

Es justo aclararle hoy a mi nieta, que soy una evangelista después de Cristo, que pertenezco a México y a una vida nacional que se escribe todos los días y todos los días se borra porque las hojas de papel de un periódico duran un día. Se las lleva el viento, terminan en la basura o empolvadas en las hemerotecas. Mi padre las usaba para prender la chimenea. A pesar de esto, mi padre preguntaba temprano en la mañana si había llegado el “Excélsior”, que entonces dirigía Julio Scherer García y leíamos en familia. Frida Kahlo, pintora, escritora e ícono mexicano dijo alguna vez: “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”.

A diferencia de ella, espero volver, volver, volver y ese es el sentido que he querido darle a mis 82 años. Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo hoy, 23 de abril de 2014, día internacional del libro, lleguen a Alcalá de Henares.

En los últimos años de su vida, el astrónomo Guillermo Haro repetía las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Observaba durante horas a una jacaranda florecida y me hacía notar “cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Esa certeza del estrellero también la he hecho mía, como siento mías las jacarandas que cada año cubren las aceras de México con una alfombra morada que es la de la cuaresma, la muerte y la resurrección.


Muchas gracias por escuchar.


Elena Poniatowska Amor
Discurso de aceptación del Premio Cervantes 2013



LEE UN RELATO DE ELENA PONIATOWSKA
Si quieres conocer algo más de Elena Poniatowska Amor, aquí tienes un breve relato:

21 abril 2014

EMILIA PARDO BAZÁN: INSOLACIÓN. (HISTORIA AMOROSA)

EMILIA PARDO BAZÁN 
Emilia Pardo Bazán fue una novelista, periodista, ensayista y crítica literaria española introductora del Naturalismo en España.

Mujer de extraordinaria capacidad intelectual, está considerada la mejor novelista española del siglo XIX y una de las escritoras más destacadas de nuestra historia literaria.


Emilia Pardo Bazán, con 17 años, se casa con José Quiroga, de 20 años, de familia hidalga con abundantes bienes y rentas.

De este matrimonio nacen tres hijos, Jaime, Nieves y Carmen.
Interesada por el Naturalismo francés, escribe sobre ese tema una serie de artículos que reúne en un libro, La cuestión palpitante

Estalla el escándalo. Se la acusa de ensalzar doctrinas ateas y, aunque ella insiste en considerarse una católica ferviente, el libro amenaza hasta la paz conyugal. 

Su marido le prohíbe que siga escribiendo. 

Al no obedecer ella, el matrimonio empezó a distanciarse y terminó con alejamiento e indiferencia.

Doña Emilia escribe toda la mañana desde muy temprano y dedica la tarde a la sociedad, el teatro, las visitas.

Tiene tertulia propia, a la que asisten todos los intelectuales y escritores de España salvo, naturalmente, los que están peleados con ella. 

Le gustan los encajes y las joyas, colecciona objetos artísticos, tiene siempre flores en su mesa de trabajo.

Muy amiga de Pérez Galdós, recorre con él los barrios bajos de Madrid, los asilos, los hospitales y hasta las cárceles.

En una de estas salidas van a San Isidro en la fiesta del santo, que le inspira su deliciosa novela Insolación, causante de un escándalo terrible.

Tras su divorcio, mantuvo una conocida relación durante veinte años con el escritor Benito Pérez Galdós, aunque no se volvió a casar jamás.

En 1908 comienza a utilizar el título de Condesa de Pardo Bazán, que le otorga Alfonso XIII en reconocimiento a su importancia en el mundo literario. 

Cuando murió, el 12 de mayo de 1921, había conseguido el título de Catedrática de Literaturas Neolatinas.

OBRAS DE EMILIA PARDO BAZÁN

Además de novelas y cuentos, escribió libros de viajes, obras dramáticas, composiciones poéticas y numerosísimas colaboraciones periodísticas.
Entre sus novelas naturalistas destacan: La tribuna, primera novela naturalista publicada en España,  Los Pazos de Ulloa, La madre naturaleza y La piedra angular.
De ambiente madrileño son sus novelas Insolación y Morriña.
Doña Emilia colabora en numerosas revistas y periódicos, con crónicas de viajes, artículos, ensayos y numerosísimos cuentos que agruparía en varias colecciones: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor,  Cuentos de Navidad y Reyes, Cuentos de la patria, Cuentos antiguos...


INSOLACIÓN. (HISTORIA AMOROSA)

Es una novela realista con un trasfondo naturalista de Emilia Pardo Bazán 

Cuenta la historia de amor de seis días entre una dama de la aristocracia y un caballero andaluz en el Madrid de la época.

Aunque resultó muy polémica en su tiempo, en realidad, en esta época, la novela tiene muy poco de escandalosa.
La marquesa protagonista es una viuda irreprochable, y caballero, un andaluz soltero y simpático, cuya única noche de amor termina en casamiento. 
La dama se entrega a su pretendiente en la visita que realizan a la pradera de San Isidro, patrón de Madrid, en una tarde agitada en la que el calor, la excitación y el abuso de la manzanilla producen la insolación que da título irónico a la novela. 

Verbena en la Pradera de San Isidro por José Gutiérrez Solana

Francisca de Asís de Andrade, elegante y bella viuda de buenas costumbres, narra en primera persona un encuentro amoroso con don Diego Pacheco una especie de don Juan gaditano. 

El tercero en el triángulo amoroso es el capitán Pardo, interesado en ella, pero que es incapaz de encender la pasión de la narradora. 

Don Diego, un amable caballero andaluz, invita primero a la dama a la feria de San Isidro y la enamora después a pesar de las intenciones aparentemente defensivas de la dama.

El calor y el ambiente de la romería,  la supuesta insolación de la dama y el vino del merendero del Manzanares condicionan su aceptación. 

Francisca de Asís cede al enamorado que ha sabido aprovechar  el accidental aturdimiento de la dama, y aunque se propone seriamente que no volverá a suceder, llega Pacheco y ella vuelve a entregarse.

El sol ahora no interviene para nada. 

Su situación personal de joven viuda que ha estado casada con un hombre mayor que ella, la incita a ello. 

Pero el asunto es llevado hacia un decoroso final moral y feliz.

INSOLACIÓN Y LA CRÍTICA
La crítica ha destacado lo que ya en su tiempo algunos entrevieron: el magnífico estudio psicológico del personaje femenino y la calidad literaria de la obra.

La novela por su defensa de la sexualidad de las mujeres no obtuvo la comprensión de muchos de los críticos del momento.
Leopoldo Alas, Clarín, sostiene que Insolación ocupa un lugar intermedio entre la obra pornográfica y la artística.

Clarín había sentenciado la novela en uno de sus Paliques: "Antipático, poema de una jamona atrasada de caricias, no tiene una sola nota poética, nada profundo ni ideal, nada que sea una ventana abierta sobre el ensueño ¡y es historia de amor! Además carece de composición, se acaba cuando llega el verano y se marcha el tren de Galicia..."

Para los habituados a los relatos contemporáneos, Insolación es casi una novela rosa.

Pero Pereda había dicho a los lectores de El Imparcial que le parecía atroz que la protagonista de Insolación se fuese a la romería con un señor apenas conocido, almorzasen juntos, ella se excediese en el vino, se enamorasen y acabaran "amancebados a la vista del lector, con minuciosos pormenores sobre su manera de pecar." 
Para Oleza "Lo que determina el comportamiento del personaje no es tanto la acción del sol como las condiciones personales de Francisca de Asís. La influencia del sol es la explicación que ella se da a sí misma para poder justificar de algún modo lo que ha hecho".

LA PARDO BAZÁN Y EL FEMINISMO
Mujer feminista e independiente, dio mucha importancia a su formación académica.

No se sabe, sin embargo, cuándo empezó a desarrollar sus ideas feministas, pero desde muy joven investigó y leyó a los autores que trataban sobre la materia y se nota que existió en ella una inquietud muy grande sobre el tema.

En 1906 llegó a ser la primera mujer en presidir la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid.


También fue la primera mujer en ocupar una cátedra de Literatura en la Universidad Central de Madrid, aunque solo le asistió un estudiante a su clase. 

Feminista en un siglo que en su mayoría no compartía esa idea, luchó para erradicar la desigualdad entre sexos y apostó de forma entusiasta por la mejora de la educación entre las mujeres.


Una conferencia de doña Emilia Pardo Bazán en el Ateneo de Madrid sobre Literatura Contemporánea Francesa por Joaquín Vaamonde

LA PARDO BAZÁN Y LA RAE
Posiblemente, el hecho de que nunca pudiese alcanzar un puesto en la Real Academia de la Lengua, fue uno de los reveses más fuertes que recibió la condesa.

La RAE, en su época, era un recinto exclusivo para hombres, y este fue uno de los motivos que hicieron revivir en ella el sentimiento feminista. 

Cuando quedó vacante un sillón en la Real Academia, las gestiones para que lo ocupase doña Emilia no tuvieron éxito.

Para impedir la entrada de una mujer, se alegaron las razones más endebles, y ella se burló de ellas diciendo: 

"Si es porque las reuniones de la Academia son para contar cuentos verdes, yo también los cuento, y no son menos graciosos."

Doña Emilia luchó a partir de ese momento con gran fuerza por los derechos de la mujer y, desde luego, para lograr la igualdad intelectual de esta con el hombre.

Ante otra vacante en la Academia, doña Emilia propone a Concepción Arenal, que bien merecía el honor pero la candidatura también es rechazada.

La Academia tampoco aceptaría a Gertrudis Gómez de Avellaneda, ni finalmente a Emilia Pardo Bazán a pesar de que actualmente se la considera la máxima exponente del Realismo junto con Clarín y Galdós.

La condesa de Pardo Bazán murió sin haber conseguido llegar a ser miembro de la Real Academia Española de la Lengua.

Rafael Vela Maqueta del monumento 

a doña Emilia Pardo Bazán



20 abril 2014

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, BOTELLA AL MAR PARA EL DIOS DE LAS PALABRAS

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Gabriel José de la Concordia García Márquez, mejor conocido como Gabriel García Márquez, es un escritor, novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. 

En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Gabriel García Márquez es uno de los autores del Boom de la novela hispanoamericana y sus obras han sido relacionadas con el llamado Realismo mágico.
Su novela más conocida, Cien años de soledad, está considerada como una de las más representativas de esa tendencia literaria.

Escrita durante su exilio en la Ciudad de México, Cien años de soledad, tiene un estilo que recibe la influencia del famoso escritor estadounidense William Faulkner.


García Márquez, fallecido en abril de 2014,  trabajó en los útimos años de su vida una obra que se debía llamar En agosto nos vemos
Se trata de un libro que escribió hace algunos años, poco después de Memorias de mis putas tristes, pero que ha corregido casi de forma obsesiva. 
La leyenda cuenta que Gabo escribió hasta seis finales y que, una vez terminada, la guardó en un cajón para que fuera publicada una vez fallecido.


I CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA

La Secretaría de Educación Pública de México y el Instituto Cervantes de España organizaron en el año 1997 el I Congreso Internacional de la Lengua Española en la ciudad mexicana de Zacatecas.

A ese encuentro  asistieron, entre otros, los tres premios Nobel de Literatura de habla española que en aquel momento estaban vivos: Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Camilo José Cela.

Las ponencias del congreso se articularon en torno a seis grandes áreas: "el libro", "la prensa", "la radio", "la televisión", "el cine" y "las nuevas tecnologías". 


García Márquez pronunció un polémico y famoso discurso de inauguración ante el I Congreso Internacional de la Lengua Española en  Zacatecas.
En este discurso, titulado Botella al mar para el dios de las palabras, García Márquez pide una revisión de la ortografía de la lengua española.
Aquí puedes leer el texto completo:

BOTELLA AL MAR PARA EL DIOS DE LAS PALABRAS


A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»



El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.



Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.



La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?

Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años.

Botella al mar para el dios de las palabras
Gabriel García Márquez


Discurso ante el I Congreso Internacional
de la Lengua Española en Zacatecas
El dios maya Itzamná


06 abril 2014

EURÍPIDES, LAS TROYANAS


EURÍPIDES
Nacido en Salamina, Eurípides fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles.

Sobre la biografía de Eurípides poseemos pocos datos y no del todo verosímiles.


Sus obras le dieron en vida poca fama y reconocimiento. Solo obtuvo cuatro victorias en los festivales anuales que se celebraban en Atenas.


Eurípides no alcanzó gran simpatía entre sus conciudadanos, por su carácter inconformista y crítico con los aspectos tradicionales, y pronto fue objeto de las burlas de la comedia.


Hacia el final de su vida decidió trasladarse a Macedonia para incorporarse a la corte del rey Arquelao I de Macedonia quien acogió en su corte de Pella a numerosos artistas griegos: poetas, músicos y trágicos, como el propio Eurípides.

Dos años después, Eurípides según la leyenda fue despedazado y devorado por unos perros rabiosos, lo que se considera una invención para simbolizar su castigo por impío.



TRAGEDIAS DE EURÍPIDES


Conservamos dieciocho tragedias de Eurípides y un drama satírico, El cíclope, que nos ha llegado a través de textos medievales. 

Estas obras son: AlcestisMedeaLos HeráclidasHipólitoAndrómacaLas SuplicantesHécubaIónHeraclesLas TroyanasElectraHelenaIfigenia en TaurideLas FeniciasOrestes, y las compuestas en su estancia en Macedonia Ifigenia en Aúlide, y Las Bacantes




LAS TROYANAS


El 2 de abril del 2014 los alumnos de Latín de IES Ramón Menéndez Pidal de Avilés asistieron en el Teatro Jovellanos de Gijón a la representación de dos obras de teatro dentro del XXXI Festival Juvenil Europeo de Teatro Grecolatino.


El grupo de Teatro Balbo de El Puerto de Santa Maríapresentó  la tragedia Troyanas de Eurípides con dramaturgia de Emilio Flor y dirección de Paco Crespo.


La representación de Troyanas, con una temática terrible y sobrecogedora, es un alegato contra la guerra, que el autor presenta desde el punto de vista de los perdedores y resalta, a través de las mujeres troyanas, la fractura que produce en una sociedad el sufrimiento de la guerra, a saber, víctimas inocentes, desgracias en pueblos y familias...
















SINOPSIS DE LAS TROYANAS
Acabada la guerra de Troya, las mujeres troyanas esperan, con incertidumbre, qué suerte les deparará el futuro, cuál será su destino en manos de los soldados que aniquilaron a sus esposos, sus hijos, sus padres, sus hermanos...