28 febrero 2013

R.L. STEVENSON, EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE




ROBERT LOUIS STEVENSON 


Novelista, poeta, ensayista y escritor de viajes escocés.
Stevenson es un escritor versátil que tiene talento suficiente como para abordar con maestría distintos géneros literarios.

Viajó continuamente en busca de un clima favorable para su delicada salud.

En 1888, inició con su esposa, la estadounidense  Fanny Osbourne, un crucero de placer por el sur del Pacífico que los condujo hasta las islas Samoa. 

Y allí viviría hasta su muerte, a los 44 años, venerado por los nativos.



En su tumba en una lejana isla de los mares del Sur a la que se retiró por motivos de salud, figura grabado este apodo que le dieron los samoanos: Tusitala, que en español significaría «el contador de historias».



Su legado es una vasta obra que incluye crónicas de viaje, novelas de aventuras e históricas, así como lírica y ensayos.

Se le conoce principalmente por ser el autor de algunas de las historias fantásticas y de aventuras más clásicas de la literatura juvenil, La isla del tesoro, la novela histórica, La flecha negra, y la novela psicológica de horror, El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde.  



EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE

R.L. Stevenson publica, en 1886, su famoso relato El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hydeuna obra maestra del terror fantástico.

Es una alegoría moral sobre el bien y el mal en forma de relato de misterio y horror.




Los dos extremos, el bien y el mal, se unen en una sola persona, el médico Henry Jeckyll, que descubre una sustancia química capaz de transformarlo, primero a voluntad y después incontroladamente, en el monstruo Hyde.



JEKYLL Y HYDE


Ya el año de la publicación del relato de R.L.Stevenson, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde se adaptó para la representación en teatro en Londres y Boston.
Desde entonce, incontables películas, musicales, guiones de radio y televisión, canciones, novelas gráficas y cómics han tratado la historia de este fantástico y misterioso caso de desdoblamiento de personalidad.





SERGE GAINSBOURG Y JEKYLL Y HYDE


Cantante, pero también pintor, actor, director de cine y escritor, Gainsbourg tocó casi todas las facetas del arte y ha dejado detrás de si múltiples de canciones que hoy, 20 años después de su muerte, merecen ser recordadas.


El polifacético artista toma como insignia discursiva de su canción, Docteur Jekyll et Monsieur Hyde, el trastorno de identidad disociativa que realmente padecía.







EL ANILLO DE TUSITALA


Un jefe samoano le regaló a Stevenson un anillo hecho de carey y plata con la inscripción: ‘Tusitala’.

Stevenson llevaba puesto este anillo cuando tuvo el fatal colapso que lo llevó a su temprana muerte.











26 febrero 2013

H.G. WELLS, LA GUERRA DE LOS MUNDOS









H.G. WELLS


Herbert George Wells, más conocido como H. G. Wells, fue un escritor, novelista, historiador y filósofo británico. 



Es famoso por sus novelas de ciencia ficción y es considerado, junto a Julio Verne, uno de los precursores de este género.



LA GUERRA DE LOS MUNDOS


La guerra de los mundos es una novela de ciencia ficción  escrita por H. G. Wells y publicada por primera vez en 1898, que describe una invasión marciana a la Tierra. 

Es la primera descripción conocida de una invasión alienígena de la Tierra, y ha tenido una indudable influencia sobre las posteriores y abundantes versiones de esta misma idea. 

De la novela de Wells se han hecho adaptaciones a diferentes medios: películas, versiones musicales, programas de radio, videojuegos, cómics y series de televisión.


ORSON WELLES Y LA GUERRA DE LOS MUNDOS

La novela fue adaptada por Orson Welles en 1938 para crear, con el Mercury Theatre, un serial radiofónico que en su momento creó una gran alarma social. 


Welles cambió algunos aspectos del argumento, incluso el lugar del primer aterrizaje marciano: Grover's Mill, en Nueva Jersey. 

De esta manera, consiguió acercar el relato al público estadounidense.






Se emitió como noticiario de carácter urgente, lo que provocó escenas de pánico entre los ciudadanos de Nueva Jersey y Nueva York, que creyeron que se estaba produciendo una verdadera invasión alienígena de la Tierra. 



El talento de un joven director de programas especiales, Orson Welles, y el poder de las palabras fueron las causas de aquel pánico colectivo que ha pasado a la historia.



La emisora informó de aquella supuesta invasión y miles de radioyentes abandonaron a toda prisa sus hogares intentando huir por todos los medios de aquella amenaza.

Los oyentes que sintonizaron la emisión y no escucharon la introducción pensaron que se trataba de una emisión real de noticias.






El programa duró casi 59 minutos: los primeros cuarenta correspondieron al falso noticiario, que terminaba con el locutor en la azotea de la CBS falleciendo a causa de los gases y seguía con la narración en tercera persona del profesor Pierson, que describía la muerte de los invasores.


La policía tuvo dificultades para convencer a los asustados ciudadanos de que habían sido víctimas de un engaño.

La ingenuidad de un público que aún no conocía la televisión contribuyó al éxito de la propuesta de Wells, que, sin embargo, debió ofrecer disculpas públicamente a los radioyentes.













EMISIÓN RADIADA DE LA GUERRA DE LOS MUNDOS

Si tienes curiosidad por oír completa la versión del Mercury Theatre de Orson Welles de La guerra de los mundos de H. G. Wells, puedes hacerlo en este vídeo:















25 febrero 2013

OSCAR WILDE, EL FANTASMA DE CANTERVILLE


OSCAR WILDE


Oscar Wilde fue un escritor, poeta, crítico y dramatugo británico, nacido en Dublín, Irlanda, en una familia protestante.
Como estudiante en la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los clásicos.
Fue famoso y aclamado por su habitual ingenio y sarcasmo social.

Se le considera uno de los máximos representantes del esteticismo, cuyos aspectos más deslumbrantes y exquisitos puso de manifiesto tanto en su obra como en su vida. 

Oscar Wilde siempre hizo gala de un carácter excéntrico, llevaba el pelo largo y vestía pantalones de montar de terciopelo. 

Su habitación estaba repleta de objetos de arte y elementos decorativos, como girasoles, plumas de pavo real y porcelanas chinas.

Tras varios viajes por Europa se asentó en Londres, donde se casó con Constance Mary Lloyd, con quien tuvo dos hijos, Cyril y Vyvyan.

Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados acusado de homosexualidad.
Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido, adoptó el de Sebastian Melmoth, y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. 

Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, sus quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo.






EL FANTASMA DE CANTERVILLE
Se trata de un relato escrito por Óscar Wilde, en forma de novela corta fantástica y de intriga, con las características de las novelas de terror gótico: antiguas mansiones, pasadizos secretos, fantasmas y apariciones espectrales, ruidos misteriosos, muertes y maldiciones a través de los siglos.


Los temas centrales son la vida, la muerte y el amor.

No obstante, por debajo hay una vena de humor, sátira, parodia e ironía para mostrarnos el enfrentamiento entre dos maneras distintas de ver la vida, por un lado la tradicional manera inglesa y, por el otro, la práctica y materialista  visión norteamericana.

El fantasma de Canterville supone un divertido giro al tradicional enfoque de la clásica novela de terror gótico.

Constituye una parodia del género de horror gótico, es el terror humorístico.



ARGUMENTO


El señor Otis, un estadounidense moderno y práctico, adquiere Canterville Chase, una hermosa edificación en la campiña inglesa a siete millas de Ascot, en Inglaterra.  

Hiram B. Otis se traslada allí con su familia, pero Lord Canterville, el anterior dueño, les advierte que el fantasma de sir Simon de Canterville vaga en pena por el edificio desde hace trescientos años ya que asesinó a su esposa lady Eleonore de Canterville. 

El señor Otis desoye sus advertencias y se muda a la mansión con su moderna familia americana: su esposa Lucrecia, el hijo mayor Washington, la hermosa hija Virginia y dos traviesos gemelos...



POR SI QUIERES LEERLA
Si te apetece leerla completa en español, aquí mismo puedes hacerlo:

Y si quieres leerla en el inglés original, este enlace te puede valer:


















EL FANTASMA DE CANTERVILLE EN LA PANTALLA
Naturalmente hay numerosas versiones para el teatro, el cine y la televisión de la popular obra de Óscar Wilde.


En este vídeo puedes ver la versión completa de 1996 de El fantasma de Canterville de Óscar Wilde dirigida para la televisión por Sydney Macartney.







LA ANTIGUA PROFECÍA DE CANTERVILLE

Cuando una joven rubia logre hacer brotar
una oración de los labios del pecador,
cuando el almendro estéril dé fruto
y una niña deje correr su llanto,
entonces, toda la casa recobrará la tranquilidad
y volverá la paz a Canterville.
























24 febrero 2013

OSCAR WILDE, EL RETRATO DE DORIAN GRAY






OSCAR WILDE
Novelista, poeta, crítico literario y autor teatral de origen irlandés, gran exponente del esteticismo cuya principal característica era la defensa del "Arte por el Arte".


EL RETRATO DE DORIAN GRAY

Esta novela cuenta la obsesión de un hombre atractivo y de grán éxito por mantenerse siempre joven, después de que un amigo, el pintor Basil Hallward, lo retratara espléndidamente en un lienzo.


Su deseo se convierte en tragedia tras darse cuenta de que su petición ha sido en efecto escuchada, lanzándose así en una espiral de odio y vicio.

El retrato de Dorian Gray es considerada una de las últimas obras clásicas de la novela de terror gótica 





POR SI TE APETECE LEER EL RETRATO DE DORIAN GRAY
En este enlace de aquí abajo puedes hacerlo.

Haz click aquí para leer: El retrato de Dorian Gray

TEMAS
El retrato de Dorian Gray trata el tema universal de la eterna juventud.
No obstante, el verdadero tema central de la novela es el narcisismo, ya que el personaje principal posee una excesiva admiración por sí mismo, hasta el extremo de no desear otra cosa que conservarse tal y como aparece en el cuadro para siempre.

El libro, con su tema fáustico, causó  controversia  cuando fue publicado por primera vez; sin embargo, es considerado en la actualidad como «uno de los clásicos modernos de la literatura occidental.»


Otros autores hablan del dandismo incluido en la novela, caracterizado por la elegancia y el buen tono de algunos personajes. 
Los vínculos entre narcisismo y dandismo son evidentes, pero no se trata de lo mismo. 
Por ejemplo, Dorian Gray sería el arquetipo de narcisismo, mientras que el dandi puede ser Lord Henry, con su manera de comportarse y su templada forma de hablar. 

El fin supremo de la vida para Lord Henry es la satisfacción de los deseos inmediatos, lo cual lleva a incluir al hedonismo en la temática de la novela. Esta filosofía de vida se observa en las alusiones al placer que hace Lord Henry.





EL RETRATO DE DORIAN GRAY EN EL CINE
Hoy en día, el mito de Dorian Gray está extendido en la cultura occidental como un sinónimo de vanidad y de deseo de imperturbabilidad. 


Así, en honor a la belleza y a la maldad de esta carismática figura se han hecho obras teatrales y películas memorables.




AMPLÍA TU VOCABULARIO

NARCISISMO
La palabra procede del antiguo mito griego sobre el joven Narciso, de gran belleza, quien se enamoró de sí mismo al ver su propia imagen reflejada en el agua.

Murió ahogado al arrojarse a la fuente para poder alcanzar su imagen, los dioses, compadecidos, lo metamorfosearon en una flor que lleva su nombre y crece junto al agua.













La RAE define al narcisismo como: Excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras.


DANDISMO

Fue creado por un grupo elitista, en torno al siglo XIX, como un estilo de vida y una serie de normas de conductas sociales y morales, que debían cumplir de forma rígida.



Un dandi era una persona que se consideraba elegante y refinada, que prestaba mucha atención a su atuendo y a la moda y era educada y cultivada. 


El movimiento dandi fue una doctrina de la elegancia, la finura y la originalidad. Su estilo afectaba principalmente al lenguaje y la vestimenta.












Los seguidores del dandismo contribuyeron a crear la moda actual, así como los conceptos de celebridad, el de derechos de imagen y el de tribu urbana.


FÁUSTICO
Perteneciente o relativo al Fausto de Goethe y a la actitud espiritual que el protagonista de esta obra representa.


























Fausto y Margarita en el jardín por Tissot

El doctor Fausto es el célebre personaje que vende su alma al diablo Mefistófeles a cambio de juventud hasta que muera y para que le ayude a conseguir el amor de la bella Margarita.

HEDONISMO
El hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida.

















19 febrero 2013

EDGAR ALLAN POE, EL CORAZÓN DELATOR





EDGAR ALLAN POE


La obra de Edgar Allan Poe ha sido fuente de inspiración para otros muchos artistas.

Además ha influido en muchos escritores, actores, directores y guionistas de cine, dibujantes e ilustradores.


Aquí puedes ver una genial animación de 1953, en la voz de James Mason, del célebre relato corto de Poe, El corazón delator.









Si te interesa conocer el relato original de Edgar Allan Poe puedes leerlo completo aquí debajo en una traducción de Julio Cortázar.





EL CORAZÓN DELATOR


¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.



Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!


FIN